Clepsidra
Cuando el célebre ensayista, historiador y diplomático colombiano Germán Arciniegas expresó en su prólogo al poemario “Ánfora de Signos” del insigne poeta don Guillermo Riveros Tejada: “por esa poética suya, que cualquiera puede ver recorriendo Bolivia, y por el valor que ha tenido usted en aceptar el desafío de escribirla, lo felicito con una admiración más que explicable”, aquilató la valía del vate, quien, en homenaje al mar perdido, compuso este poema que transcribimos.
En ti se convocaron las heridas en un solo dolor pluralizado, Desangrando tu vida, al golpear tu frente y romper tus brazos.
Hay en tu cuerpo la señal del odio dejada por la lanza de tu hermano; como en los peces ahogados en la costa, cuando el mar los abandona en su refajo, quedó en tus ojos la señal del llanto por la muerte de Dios, por la caída del árbol, por la huida del mar, por la sal que ha quedado metida en su garganta, como un grito atorado, cuyo eco se repite, permanente y lejano.
Ha quedado un oleaje sostenido en tu llanto; anudado en tu pecho; un lamento escorado por los peces internos que en ti misma han ahogado.
Quien conozca el silencio de la raíz cuando crece, el silencio profundo de la herida que duele, la sordera absoluta en que todo se mueve, ya puede ¡Sí, ya puede! esperar que el destino lo lleve de la mano nuevamente hasta el mar; nuevamente a los peces que habitan en las venas de todos los seres.
¡Menos en las tuyas!
Por ello es que el dolor aquí se ha congregado “impávido” ¡Crecido!
Como una sed interna que diseca los párpados; como una espesa bruma que nos cubre de espanto.
¡Marinero perdido! ¡Viejo lobo extraviado!
Cuánto más debo andar para ver el milagro, cuánto más debo andar para apretar tu mano, cuánto más debo andar para ver el albatros recorriendo la costa, saludando a los barcos. Cuánto más debo andar para ver a mis niños nuevamente jugando en las playas agrestes de ese mar integrado por mi sangre y mi llanto.
¡Decidme Celadores del mar! ¿Qué precio es el correcto que debemos pagar por volver a lo nuestro, por salvar del naufragio nuestros sueños?
¿Qué precio es el correcto? Cuánto cuesta el velero que nos lleve a otras costas, que nos saque del tedio que produce en el alma todo este enclaustramiento.
¡Decidme Celadores del mar! ¡Cartógrafos del Viento!
Si Neruda o Huidobro estarían contentos, escuchando los gritos que produce el silencio de una sangre que lleva su silencio por dentro.
¡Decidme Celadores! Qué precio es el correcto por volver a lo nuestro.
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