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[Manfredo Kempff]

El mar, hora de pensar en serio


El año 1950, se acordó que Chile le entregaría a Bolivia un corredor “propio y soberano” sin compensaciones que tuvieran carácter territorial. Quedaba a la vista que la única compensación que Bolivia podía darle a Chile, sería agua, pero el agua no abunda en el altiplano, y si es de la cuenca del Titicaca no se la puede tocar porque existe el condominio con Perú. Mal podría la nación desviar aguas de esa cuenca. Y como la política interna desbarató el éxito de Ostria Gutiérrez y en el país se había producido una sañuda campaña en contra de cualquier compensación de agua a Chile, quedó en el misterio la forma como Bolivia podía satisfacer a nuestros vecinos si éstos nos daban una salida “propia y soberana” al Pacífico. Si no era territorio, ¿qué podía otorgar Bolivia como compensación?

25 años después, Banzer y Pinochet restablecieron unas relaciones diplomáticas que estaban rotas desde 1961. Ambos mandatarios acordaron buscar soluciones a los “asuntos vitales” de las dos naciones, “como el relativo a la situación de mediterraneidad de Bolivia”. En el fondo no existían otros temas vitales que la cuestión marítima y con ese ánimo se reanudaron las relaciones. Bolivia propuso que Chile le cediera una costa marítima soberana entre la Línea de la Concordia y el límite del radio urbano de la ciudad de Arica. También expresó estar dispuesta a considerar los “aportes” que pudieran corresponder como parte del entendimiento. No se mencionó ni agua ni territorio, pero quedó claro que estaba dispuesta a compensar por la costa a recibir. Fue Chile quien al aceptar la cesión expresó que aquello estaría condicionado a un cambio simultáneo de territorios, con una superficie como mínimo equivalente al área de tierra y mar que cedería a Bolivia. En 1986 se repitió un intento similar que acabó sin apenas empezar con un carpetazo de Pinochet.

Veremos qué dice el fallo de La Haya que se conocerá en los próximos meses, pero estimamos que exhortará a los dos países a negociar lealmente un arreglo. Presumimos que la decisión del Tribunal no impondrá criterios de cómo resolver el problema. Entonces, aproximarse a lo que parece más práctico y aceptable es esencial. Los bolivianos debemos buscar soluciones posibles, que se acerquen a la realidad. Nada vamos a conseguir con aspavientos patrioteros, ni con banderazos ni desfiles ni cánticos plañideros. Hay que ser objetivos y saber medir las fuerzas. Salvo que prestemos oídos a las fantasías que hablan de que el 2025 nuestra economía habrá igualado a la chilena.

Lo único posible para tener un acceso soberano al mar es tomar el difícil camino del canje territorial. El senador chileno Guillier ya lo ha planteado sin ser oído porque el tema está a la espera del fallo de la Corte y no es oportuno hacer nada. Y difícil porque en Bolivia nunca gustó ninguna compensación con el razonable criterio de que los chilenos ya se llevaron 120 mil Km2 y toda nuestra costa. Complicado también porque los chilenos, a partir del primer gobierno de Piñera, no quieren hablar de solucionar el enclaustramiento nacional y el Gobierno de Bolivia está haciendo todos los esfuerzos para que en Chile nos odien. Y muy difícil porque la solución soberana con continuidad territorial sólo se puede dar al norte de Arica, lo que significa convencer a Perú que no aplique la cláusula perversa del Tratado de Lima.

 
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