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En escasos segundos se convirtieron en tema obligado de análisis de las principales cancillerías el despido fulminante del ahora ex Secretario de Estado Rex Tillerson y la nueva derrota de los republicanos de Donald Trump en las elecciones celebradas en Pennsilvania. Ambos son eventos con capacidad de influir en las elecciones legislativas de noviembre, cuando Trump y su gobierno estarán a prueba.
La semana apenas empezaba cuando Trump provocó campanazos en las salas de redacción con un tweet que anunciaba la expulsión de su Secretario de Estado, que había dejado la todopoderosa Exxon Mobile para dirigir la política exterior estadounidense. El mandatario estableció un récord al fulminar al encargado de la política exterior con los escasos caracteres de un tweet y con igual rapidez anunciar la designación de su reemplazante. Todo esto ocurría cuando la diplomacia estadounidense comenzaba los preparativos para un encuentro de Trump con el norcoreano Kim Jong-il posiblemente a fines de mayo, en el mayor desplazamiento diplomático de la década y que, al ser anunciado, el despedido ignoraba.
Los observadores no lograban esta semana determinar con exactitud qué llevó a Trump al despido tan descomedido. Pero muchos apuntaban a una expresión que tuvo Tillerson respecto a su jefe. Sin que nadie del mundo diplomático se escandalizara públicamente, hace algunos meses lo llamó “moron”, estúpido o idiota, y nunca se retractó. Para el puesto designó al director de la CIA, Mike Pompeo, en una señal inequívoca para la diplomacia de su país, cuyos miembros ahora se sentirían como quien camina sobre brasas. Aún más elocuente fue la designación de la persona que substituiría a Pompeo. Para el cargo nombró a Gina Haspel (61), quien ya era directora adjunta de la agencia de espionaje. Amnistía Internacional dice que Haspel tuvo una participación relevante en sesiones de tortura tras los atentados del 11 de septiembre, pero investigaciones del Departamento de Justicia no corroboraron la afirmación. Trump tiene una visión magnánima sobre las formas brutales de tortura para extraer información de supuestos terroristas y colaboradores. Dijo que éstas “funcionan”.
Para Pompeo no reprimió su admiración. “Tiene una tremenda energía, un tremendo intelecto. Estamos en la misma onda”, declaró. Las dos designaciones fueron conocidas también por tweets, la nueva forma de comunicación que, para Trump, substituye funciones de la diplomacia tradicional.
La onda post Tillerson se diluyó el miércoles cuando los cómputos electorales determinaron la victoria de los demócratas en las elecciones especiales que se celebraron en Pennsilvania para reasignar un escaño en la Cámara de Representantes, cuyo titular había renunciado a raíz de un escándalo por su conducta personal. Conor Lamb (cordero, en español) ganó por apenas 627 votos de un total de más de 1.300.000 sufragantes al republicano Rick Saccone, en un distrito donde elecciones anteriores lo confirmaban como bastión republicano. Hillary Clinton perdió allí por más del 20% de votos y la victoria de Saccone era dada por segura por muchos republicanos, inlusive por Trump.
La zona era considerada tan republicana que inclusive perder por un margen estrecho iba a ser una victoria para los demócratas. El triunfo demócrata por un pelo fue un alivio para quienes aguardan las elecciones legislativas de noviembre dispuestos a quebrar la mayoría republicana que apuntala a Trump. A partir de ahí, la administración republicana enfrentaría mayores problemas, incluso la posibilidad de que Trump sea enjuiciado por causa de sus relaciones aún oscuras con Rusia y su conducta personal al parecer poco decorosa.
El cordero rugió en esta elección. Johnathan Allen, de NBC News, dijo en su columna que el victorioso ha enseñado el camino que los demócratas deben seguir para ganar la mayoría de la cámara baja: escoger candidatos que no irriten a los republicanos por demás. El resto provendría del propio Trump, cuyas políticas, declaraciones públicas y comportamiento propulsaron el vuelco que se dio en uno de los distritos más republicanos de Estados Unidos. Allen escribió: “El presidente es tan profundamente impopular entre los demócratas que Lamb no tuvo que recordarles contra quién tenían que votar”.
La derrota republicana se suma a la sufrida en diciembre en Alabama, cuando el partido de Trump perdió un escaño valioso en el Senado con la victoria de Douglas Jones sobre Roy Moore, por quien Trump había hecho campaña. Perder el escaño significó reducir a un margen mínimo la ventaja legislativa que los republicanos tienen sobre los demócratas: 51-49.
Muchos ahora creen que haber perdido en Pennsilvania esta semana puede representar un paso más hacia un desastre político republicano en noviembre.
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