Las discusiones y las controversias por lo general son muy atractivas, porque enseñan o, por lo menos, aclaran ciertas ideas y conceptos lingüísticos. En este sentido, me causó mucha impresión un debate que se realizaba el pasado lunes, en España, sobre feminismo y sólo participaban mujeres de distintos niveles culturales.
Obviamente, había unanimidad a favor del feminismo, pero cuando menos se esperaba, una de las participantes planteó que lo mejor sería eliminar del lenguaje castellano la A y la O, porque eran la causa de la discriminación.
Es decir, que la A daba preferencia total a reconocer la diferencia de género entre los seres humanos. En tanto que la O favorecía al uso y empleo generalizado del término masculino.
El debate estaba centrado entre ambos términos, hasta que una de las personas que intervenía en la discusión hizo el planteamiento más imprevisto. Sostuvo que lo mejor era eliminar del lenguaje la A y la O porque eran las que originaban la discriminación contra las mujeres.
Por supuesto, todos quedaron paralogizados ante la posibilidad de apelar a tal posibilidad, pero súbitamente sorprendió a la audiencia expresando que lo mejor sería suprimir ambos vocablos, porque eran los que causaban la distinción.
Empero, cuando menos se esperaba, propuso que a tales letras se las sustituya, y cuando se trate de diferenciar el género, se lo haga empleando la letra E, porque, en su concepto, neutralizaba la pugna que existe al respecto.
Lamentablemente, el programa concluyó a poco de formularse tal iniciativa, pues lo interesante habría sido que la autora de la misma ilustre con ejemplos concretos cómo se tendría que escribir ciertas palabras, pero más grave aún, si sería posible comprender los nuevos significados que podrían tener.
Como el caso es de interés para todos los que tenemos como lengua propia al castellano, sería interesante que cada quien haga los ejercicios respectivos, para establecer la viabilidad o no de tal sustitución.
No me propongo en estas líneas efectuar el intento, dejo a cada lector realizar sus propios ejercicios y la factibilidad que tendría el cambio en su experiencia. De esta manera, quedo en una posición neutra al respecto. Sin embargo, la idea propuesta es novedosa y digna de consideración.
Por supuesto, tengo en cuenta que sólo la Academia de la Lengua Española es la que puede tomar una decisión al respecto, ya sea desechando la iniciativa o aceptándola, si considera que sería pertinente. El caso, sin embargo, amerita considerarlo, porque hay que estar abiertos a concluir toda forma o actitud que tenga que ver contra el feminismo.
Es tiempo de poner punto final a la diferencia de género, partiendo del principio de que ambos son iguales y, por tanto, merecen toda consideración y respeto mutuo. Pues, debe acabar la subalternización de la mujer, partiendo del hecho de que todos los varones provenimos del seno de una mujer, que es precisamente nuestra madre, la que nos dio la vida. Si esto es incuestionable, lo propio es que todos los varones consideren que, por efecto de la naturaleza, son hijos de todas las mujeres, por encima de cualquiera otra diferencia.
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