Largo es el padecimiento del pueblo sirio que sufre los efectos de la guerra librada entre fuerzas del gobierno tiránico del presidente sirio Bachar Al Asad que, apoyado por Rusia, causa innumerables víctimas no solamente entre los contrarios, enemigos acérrimos del régimen y que cuentan con el apoyo de la mayoría de la población, sino en la población civil que cuenta ya con miles de muertos y heridos por causa de los bombardeos de aviones del gobierno y de Rusia; bombardeos que no hacen distinción alguna entre ancianos, mujeres y niños, estén en los poblados o en hospitales.
Las informaciones de la prensa internacional diariamente están matizadas por resultados de la guerra que cobra muchas víctimas y pedidos de organizaciones de Naciones Unidas y muchos países para que terminen las acciones bélicas. Pero nada conmueve a las partes, que se hallan decididas a continuar la guerra que destruye obras civiles de toda clase que son de beneficio para la población, con inclusión de hospitales y centros educativos, porque las bombas lanzadas a ciegas nada distinguen y lo único que buscan es anular la acción de los contrarios.
La guerra civil, más calificada por muchos analistas como guerra total, porque involucra a otro país como es Rusia, se ha convertido en una especie de dolor lacerante para la humanidad, que no encuentra explicación para tanto odio que cobra víctimas por doquier y que sume en luto, dolor y lágrimas a muchísimas poblaciones, porque se las considera “reductos de rebeldes”. Tal es la insanía y contundencia de los bombardeos, que aviones gubernamentales y rusos incursionan diariamente sobre poblaciones que no saben cómo refugiarse, qué hacer ante la falta de cobijo, alimentos y medicamentos; qué hacer ante la saña demostrada y cómo contener la misma sed de venganza de guerrilleros que actúan con mucho coraje, pero sobre todo con ansias por defender lo que consideran sus derechos.
El caso sirio es prueba más que suficiente de la fuerza que ejercitan los fabricantes de armas que, conforme pasa el tiempo, perfeccionan armamentos que son provistos a las partes; esas políticas armamentistas parece que buscan más víctimas y ante nada trepidan con tal de causar más víctimas en medio del dolor de una población que vive pendiente de lo que organismos internacionales o países “defensores de las libertades, la justicia y la democracia” pudiesen hacer a su favor y contrarrestar la acción del régimen de Bachar al Asad, que ha repetido muchas veces la decisión de “terminar con los rebeldes a costa de mucha sangre y sacrificios” del pueblo sirio.
Para el mundo, esta guerra implica dolor, angustia y sufrimientos porque no se concibe la maldad demostrada hacia los hermanos de una misma nación que está dividida en dos bandos: los que conforman el gobierno y los otros que buscan cambios en aras de la libertad.
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