Parejas
Los prejuicios no tienen nada que ver con el amor. Amar es poder sumergirnos en el mundo del otro.
María Gabriela Palleros
Vamos a arrancar diciendo que lo que buscábamos en una pareja a los 20 es muy probable que no sea lo mismo que buscamos a los 30, ni tampoco es igual a lo que esperamos a los 40. Seguramente, en esencia, algunas cosas sean similares, pero en otras, no es nada raro, que nos volvamos más exigentes, porque con el paso del tiempo, no sólo nos conocemos más, sino que ya fuimos delineando un perfil de la persona que queremos tener al lado nuestro. Tener expectativas altas no es negativo, el tema es cuando se vuelven tan rígidas que sentimos que quien no encaja en las mismas, no nos es suficiente.
Los requisitos y la frustración
Muchas veces, mentalmente, nos armamos una especie de “requisitos” que creemos que, sí o sí, debe cumplir el otro para estar con nosotros, como si eso fuera una garantía a la hora de apostar a llevar adelante una relación nueva, En teoría suena convincente, pero en la práctica, se vuelve muy complicado de sostener, porque es imposible que una persona sea exactamente igual a lo que esperamos, por lo tanto el precio que pagamos cuando nuestras exigencias son inexorables, muchas veces es la soledad. No estamos diciendo, que está mal buscar un perfil determinado de persona, sino solamente la importancia de lograr no atarnos a condicionamientos que funcionen como prejuicios al momento de abrirnos a formar una pareja,
Cuando nuestras exigencias pesan más que nuestras ganas de conocer al otro, y cuando frente a una expectativa que no se cumple sentimos que la otra persona nos decepciona, la posibilidad de sostener cualquier vínculo es nula, porque ninguna relación puede sobrevivir a la sombra de creer que el otro no es suficiente para nosotros. Acá viene el verdadero conflicto, cuando empezamos a creer que tal vez ninguna pareja se ajuste a lo que esperamos, y esa misma frustración se convierte en un muro difícil de atravesar a la hora de querer estar con alguien.
Cómo administrar tus expectativas
Para evitar nuestro nivel de exigencias se convierta en un conflicto dentro de la pareja, es importante tener en cuenta:
Las expectativas nunca pueden ser condicionamientos. Si nuestras expectativas en vez de impulsarnos hacia lo nuevo, funcionan como anclas, lo único que hacen es fijarnos a ideas rígidas que nos limitan la visión de cualquier persona con la que intentemos mantener una relación.
Los prejuicios no tienen nada que ver con el amor. Amar es poder sumergirnos en el mundo del otro, con la libertad de no cargar con algún impedimento para poder hacerlo, es lograr conocer a una persona con la flexibilidad de aceptar las diferencias sin que se transformen en obstáculos que disuelvan el vínculo.
Lo que queremos de una relación no siempre coincide con lo que necesitamos de la misma. Cerrarnos a la posibilidad de conocer a alguien porque no “encaja” en nuestros requisitos, puede significar no darnos la posibilidad de conocer a alguien que nos enamore y nos lleve a romper con todo tipo de esquemas y exigencias.
No quitar la espontaneidad al vínculo. Si frente a conocer a una persona no podemos evitar pasarla por nuestro filtro de exigencias, sobrecargamos la relación al límite de encerrarnos en nuestras propias estructuras, porque nada se puede dar con naturalidad si no aceptamos que las cosas no siempre se producen de la manera que nosotros las pensamos.
NO SEAS TAN EXIGENTE
Es imposible no tener expectativas acerca de lo queremos de una pareja, el punto no es ese, sino cuando nos aferramos tanto a nuestras exigencias que terminan transformándose en nuestro conflicto principal en el momento de arrancar una relación. No siempre el foco está en cómo es el otro o si no “encaja” con lo que queremos, a veces también creamos un esquema estricto de requisitos para poder evadir todo tipo de relación. No es que nadie me resulta suficiente, sino que bajo mi mirada no permito que nadie lo sea. Debemos evitar convertirnos en jueces de los demás, dado que no se trata de si ponemos o no la vara muy alta, sino de poder corrernos del lugar de tener que estar constantemente evaluando a quien tenemos al lado, como bien se suele decir, nuestra manera de juzgar a las personas, no siempre define a lo demás, a veces simplemente nos define a nosotros mismos.
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