Recuerdos del presente
Con este título, vi una excelente película que tenía, con el pretexto de la Segunda Guerra Mundial, a Johann Sebastián Bach como protagonista invisible, pero permanente (Pierre Boutron, 2004). Una profesora de piano francesa que debe acoger (el verbo es excesivo) en su casa a un capitán alemán, del ejército de ocupación, que también era profesor de piano y era también amante de Bach. Lo que da lugar a un gesto de amor como jamás se ha visto.
Ahora, en nuestra geografía, acaba de terminar una tormenta, réplica de la lejana guerra del Pacífico, aquella que dejó un país sin puertos y, por otro lado, dejó unos puertos sin país, que ahora viven de hacer negocios con el país al que pertenecieron, negocios de todo tipo. Terminó la tormenta y volvió el silencio del mar.
Los alegatos en el juicio de La Haya han concluido con dos claros vencedores (aparte de los abogados): Bolivia y Chile. Los dos gobiernos se atribuyen la victoria. Uno de ellos para usarla con fines electorales de apoyo a una candidatura espuria. El otro para complacer a una opinión pública deseosa de preservar el segundo mejor legado de sus tatarabuelos: el encierro de un país vecino (el primero es el cobre).
Los tres países de aquella guerra se volvieron a enfrentar hace poco, en las eliminatorias del mundial de Rusia, guerra provocada por el mismo país que había provocado la antigua guerra. Esta vez el ganador fue Perú. Quizá la próxima vez que se enfrenten estos vecinos, gane Bolivia. Sería lo justo.
En aquella guerra, la de 1879, Bolivia sufrió una amputación y Perú, una violación. Una de las dos es una herida que no cicatriza.
Paz Zárate, analista chilena, hizo una crítica inteligente a los alegatos bolivianos. Dijo que era un contrasentido que Bolivia alegase que Chile nunca quiso negociar, pero incluyese en su alegato una larga lista de ocasiones en que los gobernantes chilenos habían propuesto negociaciones.
Del lado chileno, lo que queda claro es que Sebastián Piñera no quiere pasar a la historia como un presidente que cedió ni siquiera un milímetro del territorio conquistado por los tatarabuelos, unos empresarios que comenzaron aquella guerra porque no querían pagar impuestos al débil Estado boliviano. Piñera es también empresario.
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