Carmelo Peralta Rivero
En el marco del día internacional de los bosques, que se celebra cada 21 de marzo, nos referimos a uno de los temas de debate actual, como el ingreso del país a la producción de etanol y lo que implica en términos de impactos sobre los bosques, dadas las experiencias en otros dos países productores, como EEUU y Brasil.
La producción de etanol no es algo nuevo, existen un sin número de estudios que demuestran sus ventajas y desventajas. Aunque la producción de etanol se respalda en que es sostenible y que es una alternativa frente a los efectos del cambio climático, en realidad esta iniciativa de producción en grandes volúmenes surge a partir de la falta de suministro energético (crisis energética 1975-1985) sobre todo de aquellos países denominados Potencias.
Una de las primeras iniciativas para la producción de etanol se dio en EEUU y se la realizó con base en el maíz. Pese a que los resultados de la investigación sobre la producción de etanol con base en maíz fueron negativos en el ámbito de la sustentabilidad, en este país su producción fue aprobada unánimemente. Estudios como el de Pimentel et al., 2007, demuestran contundentemente que para obtener 1 litro de etanol se requiere 2.69 kg de maíz en grano y adicionalmente más de 14 insumos como maquinaria, electricidad, herbicidas, pesticidas, fertilizantes, energía fósil, además de 1.700 litros de agua. En EEUU son producidos al menos 17 billones de litros de etanol por año, lo cual solo representa el 1% del combustible consumido, ocupando así 51 millones de hectáreas de tierra para la producción de maíz. Aunque se produjera en el 100% de las tierras de EEUU para obtener etanol, solo podría satisfacer el 6% de su consumo. Imaginen ese escenario para el caso de Bolivia, cuántas hectáreas sufrirían cambios de uso de suelo y procesos de deforestación para poder tener una cantidad baja de etanol que sería utilizada para proveer al mercado interno.
Por otro lado, para producir un litro de etanol son necesarias 7.333 kcal de energía fósil y un litro de etanol tiene un valor de 5.130 kcal, es decir, se gasta adicionalmente 43% de energía fósil para obtener menos energía (2.203 kcal). Adicionalmente, 1,6 litros de etanol tienen tan solo el valor energético de un litro de gasolina. Se podría decir que se gasta más insumos para su producción, entre ellos la misma gasolina, para obtener menos energía, como producto el etanol, no existiendo así un balance positivo en el proceso de producción. Si ese balance lo llevamos al contexto económico habría una pérdida económica considerable por su producción, por ello es importante analizar todo el balance de su producción para darnos cuenta que la generación de millones de ganancias por la producción de etanol es dudosa, y que más bien los fines de plantar millones de hectáreas de maíz o caña tienen otros fines. Y aunque no se descarta que el costo de energía por la producción de etanol puede disminuir por los sub productos que se puede obtener, su producción seguirá siendo negativa por los altos costos de insumos utilizados.
Un caso concreto en donde se utiliza materia prima diferente a la del maíz para producir etanol es la caña de azúcar, la cual ha mostrado mejores rendimientos, como se lo realiza en Brasil, aunque en un momento dado éste fue subsidiado por el gobierno para bajar los costos de producción, este apoyo fue abandonado por ser insostenible económicamente y además porque el balance energético es negativo, al igual que en el caso del maíz. Pero también fue porque se demostró que la actividad de producción está ligada a cuestiones de daños medioambientales, como la deforestación y ampliación de cañaverales, lo cual amplía la erosión de los suelos y otros que menciona Azar et al. 2006.
Como resultado de su producción, grandes cantidades de residuos son liberados contaminando al medio ambiente, pero, además, es considerado antieconómico y sus efectos trascienden hasta el aumento de los precios de algunos artículos de primera necesidad para el consumo, tales como la leche, huevos y otros, afectando a la seguridad alimentaria. Indistintamente, la producción de etanol además de requerir gran cantidad de tierra, también causa contaminación ambiental, esparciendo herbicidas, insecticidas, contaminando el agua subterránea y superficial.
Asimismo, las plantaciones de maíz en los Estados Unidos o la caña de azúcar en Brasil causan mayor degradación que cualquier otro tipo de plantaciones en el mundo, lo cual no es ambientalmente sostenible, y además, este tipo de energía no puede considerarse renovable, dado que la energía fósil para su producción es mucho mayor que aquella que obtiene.
Durante 2016 y 2017, Brasil ha incrementado su importación del etanol proveniente de EEUU, dados los costos de producción, lo que indica que su producción no es sostenible, convirtiéndose de esta manera dependiente del etanol derivado de maíz, pero, además, el subsidio retirado por el gobierno brasileño ya desde varios años es asumido cuando el consumidor compra directamente el combustible.
Con estos antecedentes de los dos mayores productores de etanol en el mundo, de los impactos ambientales y otros sociales que no se menciona, así como su ineficiencia en el balance energético y económico, la pregunta es, ¿aun así se quiere producir etanol en Bolivia? ¿Por qué seguir modelos extractivistas y no aprender de las experiencias negativas de otros países como EEUU y Brasil?, si consideramos esto ¿Cuáles son los verdaderos fines de la incursión en plantaciones de caña para la producción de etanol?, por qué optar por el etanol aun cuando no se ha efectuado estudios que nos muestren resultados y escenarios óptimos.
Partiendo de la hipótesis de que en Bolivia se produzca etanol con base en caña, otra de las preguntas que habría que hacerse es si en el futuro esta producción será sostenible en el tiempo para satisfacer el mercado de etanol para la flota de automóviles que se vuelvan dependientes de este combustible, ¿habrá capacidad de abastecer el mercado interno del país, o nos volveremos dependientes del etanol de EEUU, como sucede en Brasil? Asimismo, habrá que analizar qué áreas serán las afectadas por deforestación. Actualmente, los bosques en Bolivia cuentan con más de 52 millones de hectáreas y éstos pueden contener hasta 203 toneladas de carbono por hectárea como máximo (FAN, 2016) y dependiendo de las áreas que se destine al monocultivo de caña de azúcar, el impacto de las emisiones podrá será mayor o menor según la región.
Son muchos los interrogantes y los escenarios que podemos plantearnos, la intención de esta nota es promover el debate abierto y la reflexión sobre la producción de etanol en Bolivia, pero también su relación directa con los efectos e impactos medioambientales, económicos que conllevará, así como algunos efectos sociales explicados ya en una CIPCAnota anterior.
El autor es investigador de Cipca.
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