Los bolivianos debemos tener fe en nuestra reivindicación marítima, que no ocurra como el 14 de febrero de 1879, cuando los chilenos nos encontraron durmiendo por la resaca carnavalera. O cuando Evo Morales dice: “son días para volver al océano Pacífico”. Esto último es una verdad de Perogrullo, que “politiza” -aún más- la demanda que Bolivia presentó el 24 de abril de 2013, ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, solicitando que Chile admita sus ofrecimientos formales efectuados por presidentes y gobiernos chilenos, en particular el de 1975 por Augusto Pinochet, quien a cambio de un canje territorial ofreció a Bolivia un corredor “soberano”, promoviendo con ello derechos expectaticios que Bolivia ahora solicita.
Los derechos expectaticios son derechos latentes, aún no perfeccionados, basados en la esperanza o posibilidad de conseguir un beneficio en lo sucesivo, los cuales podrían devenir en derechos amparados jurídicamente. Para Guillermo Cabanellas es “La posibilidad, más o menos cercana y probable, de conseguir un derecho, acción, que puede hacerse efectiva”. Entonces, era obvio, lo ocurrido el 24 de septiembre de 2015, cuando la CIJ declaró su competencia señalando en el punto 50 su fallo: “Chile está obligada a negociar un acceso soberano al océano Pacífico de buena fe con Bolivia”.
¿Negociar? Sí. Ello implica que S.E. tiene la obligación de preparar y planificar este proceso. Y ello no pasa por “banderazos”, levantar el brazo izquierdo en las sesiones de los alegatos en La Haya, con… etc. debe establecer una relación inicial con Chile, hacer su oferta y escuchar la contraoferta con serenidad. Debe tener la capacidad de asumir competencias -no ser irascible y hormonal-, de escucha activa, asertividad y empatía. Identificar y comprender los intereses de “satrapía” para no dejarse “anclar”. Como presidente debe intercambiar concesiones, y ello lo debe hacer con habilidad: planteando, comprendiendo y resolviendo las diferencias de ofertas y contraofertas. Debe conciliar de manera equitativa.
Bolivia y Chile se reunirán después de los alegatos –cuyo fallo es a favor implícito en el punto 50 de la CIJ- para superar y resolver sus diferencias, y concretar resultados para beneficio de ambos países. S.E. debe tener claro que se negocia para lograr lo que uno no posee, y viceversa, es decir: qué oferta Chile y qué Bolivia, o viceversa. La idea es lograr una relación ganar-ganar, en lugar de ganar-perder. Por ello, S.E. debe asumir el estilo negociador diplomático; cooperador y argumentativo. Podrán surgir enconos que opaquen la negociación –como cuando Evo Morales en Chile adujo: Chile muere de susto por La Haya, y Piñera dijo: “yo con Evo Morales no negocio nada, sino con el próximo presidente”. S.E. debe tener claros los límites mínimos y máximos de sus argumentos en términos de “concesión”. Escoger bien su táctica, como la del “bueno y el malo”, creando un contraste: parecer malo y bueno (táctica muy utilizada en las negociaciones), pero sin exagerar en uno u otro rol. No “exponer la yugular” (táctica riesgosa), para provecho de Chile. El fin es “recuperar” el Litoral y sus costas en el Pacífico, no emular el 14 de febrero de 1879, cuando los chilenos aprovecharon la resaca carnavalera para usurparnos el mar. Urge dejar el “exitismo”: hacer realidad los derechos expectaticios y negociar con inteligencia.
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