Clepsidra
A tiempo de contradecir el argumento de la jurista Amy Sander, integrante del equipo boliviano que participó en la ronda de alegatos ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, en sentido de que las resoluciones firmadas en la OEA en el tema marítimo tienen carácter vinculante, el senador chileno y exsecretario general de ese organismo José Miguel Insulsa afirmó lo contrario, añadiendo que: “la OEA está para buscar acuerdos y no imponer cosas”.
La abogada había detallado brillantemente las once recomendaciones de la OEA que mencionan la necesidad de negociar una salida soberana al mar, en tres de las cuales Chile se había unido al consenso, empero, el eterno y frustrado candidato a la presidencia de su país insistió en que dichas recomendaciones no obligan a Chile a negociar, ya que dichas resoluciones se habrían producido en un periodo en el que la situación internacional de Chile era muy precaria, pues estaba muy debilitada por la dictadura militar que imperaba. Sólo le faltó mencionar la cita maquiavélica: “La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente”.
Ante tan enternecedoras revelaciones nos preguntamos: ¿Acaso los bolivianos no firmamos el tratado de 1904, en una situación aún más precaria que la que señala el chileno? Por tanto, nuestra posición es más que justificada, aun acudiendo al mencionado acuerdo que en su propio contenido señala: “en caso de existir diferencias en la inteligencia o ejecución del Tratado, se recurrirá al arbitraje del emperador de Alemania…”; sin embargo, ante el rechazo de éste de actuar como árbitro, fue sustituido por la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, mediante un protocolo firmado en 1907, precisamente lo que Bolivia está haciendo ahora.
Aún recordamos la sarta de ditirambos y laudatorias de que fue objeto S.E, por parte de este insulso lisonjero, cuando, a tiempo de celebrarse la IX Conferencia de Ministros de Defensa de las Américas en Santa Cruz, expresó su admiración por la transformación democrática de Bolivia, considerándola un ejemplo para el continente, lo que indujo a S.E. a arremeter contra el Gobierno de los EEUU, en presencia del secretario de defensa Robert Gates, calificándolo de golpista y llamando asesino confeso a un congresista norteamericano, ante la mirada complaciente del chileno, que a la sazón oficiaba de presidente de dicho evento.
Son innumerables las malas experiencias que los bolivianos tenemos sobre la habilidad y capacidad aduladora de los chilenos. Más de un presidente que se jactó de listo sucumbió ante dicha destreza. Recordemos a Melgarejo que en 1866 decretó la supresión de fronteras y muchas otras concesiones al país transandino. Chile no tuvo ningún reparo en nombrar a Melgarejo General de División de su Ejército y designarlo “Doctor Honoris Causa” de la Universidad de Chile, a cambio de los 150 kilómetros cuadrados que este tirano les había cedido a través del tratado del 10 de agosto de 1866, con el cual abrió las puertas de la invasión y posterior usurpación de nuestro Litoral.
El adulón Insulza dio suficientes muestras de ingratitud y deslealtad a los tutores de su designación en la OEA, hasta arrancar de Fidel Castro el calificativo de “bobito” y del micomandante Chávez el de pendejo (Léase tonto en venezolano). Su zalamería es sospechosa y delata el peligro de escuchar otra vez una opinión insulsa.
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