Mientras los medios de comunicación del oficialismo exhiben, en ampulosas campañas propagandísticas, aspectos políticos como las negociaciones en el Tribunal de La Haya, la extensión de la bandera de 200 Km e insiste en otros asuntos publicitarios subjetivos, con gastos millonarios, otros aspectos objetivos de la realidad del país se encuentran sumergidos, que son grandes problemas y sin solución posible a la vista, dejando ver que no todo lo que brilla es oro y algo huele mal en Dinamarca.
Ese preocupante fondo subterráneo es la ruidosa campaña publicitaria sobre el llamado ingreso a la era de la industrialización del país que, pese a grandes esfuerzos y buenas intenciones, en vez de avanzar por el camino de las rosas está enredado en el camino de las espinas, aspectos que, en todo caso, es preciso actualizar, sin otro objetivo que hacer comentarios constructivos.
En efecto, entre otros, se tiene a la Planta Separadora de Líquidos del Chaco (Tarija) que costó al pueblo boliviano 700 millones de dólares, pero está poco menos que “botada” y en deterioro, con los efectos lógicos del caso. Por tanto, queda en abandono esa inmensa cantidad de dinero invertido.
Otro monstruo ineficiente es la Planta de Bulo Bulo que costó casi mil millones de dólares, pues también está paralizada y no tiene perspectivas de éxito, siquiera relativas a ofrecer un buen futuro, porque su sistema de producción adolece de problemas, la comercialización de urea carece de óptimo nivel de funcionamiento y el consumo del producto es poco optimista.
Otro asunto es el de la Planta Separadora de Líquidos de Yacuiba, cuyo costo sobrepasó los 2.500 millones de dólares, la más grande del país, que debió ser paralizada y al que en realidad se le puso fin con una gran cruz negra. En cuanto a la Planta de Propileno y Polipropileno, dejó de funcionar por falta de mercado de consumo, pero lo único cierto es que la inversión fue inútil.
En total, las inversiones del Estado Plurinacional en dichos proyectos frustrados giran, en los términos más optimistas, en alrededor de cinco mil millones de dólares, dinero que, mal utilizado, sería como echar riqueza por el vertedero, lo que permite concluir que el slogan de la industrialización sería un “saludo a la bandera”, por carencia de gestión integral, desconocimiento de la disponibilidad de materia prima para fines internos y externos e imprevisiones en cuanto al mercado interno en volúmenes e ingreso sin relación con el tamaño comercial para ser significativos y otros.
Aparte de esas falencias no se puede dejar de citar los casos de Papelbol, Cartonbol, la mina Huanuni, el horno de fundición de Karachipampa, el horno de la Fundición de estaño de Vinto, la perforación de un pozo de petróleo en Lliquimuni, la Empresa Azucarera de Rurrenabaque, etcétera, que, en conjunto, al sumarse a otros casos alarman al más prevenido. El problema bien merece una auditoría.
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