Lo que ha sucedido el lunes pasado al ingreso del edificio del Concejo Municipal, es algo inaudito que colma toda medida. Es una agresividad insultante, sin nombre, que los llamados comerciantes informales o gremialistas tengan el atrevimiento no solo de impedir el ingreso del alcalde al Concejo, sino de haber atacado furiosamente el ómnibus en el que Percy Fernández y sus colaboradores asistían a la promulgación de la ley 823 para el ordenamiento del mercado de Los Pozos.
Una cantidad de comerciantes -hombres, mujeres y hasta niños- se apostaron en las puertas del Concejo y luego atacaron el vehículo municipal con una fiereza a la que no estamos acostumbrados a ver en Santa Cruz. Aquí no se trata de echar culpas gratuitas a los “paisanos” que vienen del interior, porque eso no está en nuestro ánimo. Pero no cabe la menor duda de que los cruceños estamos siendo cada vez más subyugados por gente violenta y siempre disconforme que viene a ganarse el pan en Santa Cruz y no conformes con eso terminan amargándonos a la vida a sus moradores.
Que el alcalde cruceño tenga sus lamentables exabruptos y salidas de tono tanto con los gremialistas como también con la prensa, lo que es muy censurable, no justifica que se quiera atentar contra su integridad ni la de sus colaboradores. Criticamos el indebido comportamiento del burgomaestre en muchas oportunidades, pero en Santa Cruz existen ordenanzas municipales que tienen que cumplirlas todos: cambas y collas. Aquí no pueden haber privilegiados ni desobedientes, como en ninguna parte del mundo. Nadie puede apropiarse de los espacios públicos para hacer sus negocios. Las calles, camellones y rotondas son de todos y no de los vivillos que están haciendo de Santa Cruz una ciudad mugrienta, maloliente y muy pronto hasta desagradable para vivir.
Antes mirábamos con pena cómo La Paz era agobiada y torturada con todas las marchas que se producían en el país. Y ahora siguen marchando a la sede del Gobierno todos los descontentos por cualquier motivo y de cualquier región de Bolivia. Los paceños sufren diariamente con atascos, suciedad, ensordecedores ruidos de dinamitas y cohetes, y han llegado a aceptarlo como parte de su cotidianidad. Santa Cruz está al borde de vivir en el caos si a esto no se le pone remedio. Y parte importante de la solución es que los informales y gremialistas salgan del centro de la ciudad, que ocupen los modernos mercados que con tanto esfuerzo se les ha construido. Allí tienen todo lo que necesitan para desarrollar sus actividades. Si no quieren regirse por las disposiciones legales, no queda otra solución que las multas primero y luego el cierre forzoso de las tolderías callejeras que abruman hasta la desesperación a los vecinos. Lo importante es no dejarse vencer por la terquedad y el capricho de quienes nos quieren cambiar la vida.
Queremos una Santa Cruz limpia como antes. Nuestra ciudad, por su pobreza y abandono, otrora se debatía entre arenales y charcos de agua dependiendo de las estaciones. Eso era distinto y no tenía nada que ver con la suciedad actual que se la encuentra por todos lados, pero de manera impactante en la zona de los abastos. La municipalidad ya ha decidido que eso se acabe y los vivientes en esta ciudad tenemos que apoyarla con toda firmeza.
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