Un informe reciente del Banco Mundial (IBRD) dice que si los gobiernos no toman acción inmediata, el número de víctimas de, ¡ojo!, cosechas fallidas, sequías y ascenso del nivel de los océanos aumentará marcadamente en las próximas tres décadas. Para 2050, y de no implementarse medidas mancomunadas, 86 millones de personas serán desplazadas y desempleadas en África subsahariana, 40 millones en Asia del sur y 17 millones en América Latina. Más de 143 millones de desplazados por el cambio climático.
En estas regiones vive más de la mitad de los habitantes del mundo en desarrollo, incluyendo el 2,8% que confronta el referido riesgo, por lo que el cambio climático inexorablemente se viene convirtiendo en un propulsor de la migración de comunidades enteras en busca de asentamientos más seguros, donde el empleo remunerado sea posible y perdurable, lo que se torna difícil de visualizar a priori, menos pronosticar. Las migraciones del Medio Oriente y del norte de África de hoy, habrán de ser nimias comparadas con los movimientos de millones que irán de costas al interior de todas partes, afectando abastecimientos de todo orden y aumentando el desempleo y el hambre en prácticamente todo el planeta.
AFP dijo que la ejecutiva del IBRD, Kristalina Giorgieva, comentó que “cada día que pasa el cambio climático deviene en una apremiante amenaza económica, social y existencial de países y sus habitantes, y que el número de estos migrantes podría reducirse en decenas de millones si se toma medidas globales que reduzcan la emanación de gases que causan el efecto invernadero, y con planificación adecuada de largo plazo”.
Por otro lado, el metereólogo H. López, del Instituto de Estudios Atmosféricos de la Universidad de Miami, enunció recientemente que con base en datos climáticos de junio a agosto de 1900 a 2010, las temperaturas en regiones ecuatoriales y hasta los trópicos de cáncer y capricornio del planeta, respectivamente, pueden subir entre 5 y 15 grados centígrados en los próximos años, persistiendo por días y hasta semanas, lo que afectaría a niños, ancianos e incluso a personas sanas, y animales. Las zonas septentrionales y meridionales del norte y sur del planeta, respectivamente, también se verían afectadas, sobre todo por el aumento de metros de la superficie del mar.
Este aumento habrá de causar estragos en los negocios y, por lo tanto, en el empleo de millones en puertos y aledaños urbanos, hoy notorios y latentes. Ni hablar del deshielo de los polos y las cordilleras de un mundo enfrascado en pugnas político-económicas en las que el actual gobierno de EEUU se muestra renuente a considerar la amenaza del calentamiento climático. Su renuencia a aceptar los términos del Tratado de París lo comprueba. La protección de intereses comerciales de inmensas industrias contaminantes, cabilderas de congresos y parlamentos por décadas, es el motivo estulto, mezquino y suicida claramente condenable.
La ceguera de gente pudiente que maneja empresas del carbón, las deforestadoras de bosques tropicales, et. al., a lo que hay que añadir gobiernos débiles controlados por ellas o que son parte de ellas como el chino; ni hablar de los adinerados cultivadores de coca y otras yerbas, incluyendo la crianza de ganado, cuya angurria avasalla zonas vírgenes que se ve cada vez menos protegidas, sobre todo en América Latina. Con solo apagar luces de monumentos, como la torre Eiffel, en protesta, se logra poco.
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