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¿Qué pasa con nuestras fronteras?

Israel Camacho Monje

El ciudadano común no alcanza a comprender cómo puede ser que, desde nuestra creación como República de Bolivia, el 6 de agosto de 1825, con una extensión territorial de 2.245.172 Km2, y que privilegiadamente nos situaba en el continente sudamericano en el tercer lugar, después de Brasil y Argentina, quienes creyéndose, por el hecho de ser militares, los elegidos para gobernar nuestro país, no supieron valorarlo en su verdadera dimensión.

Es decir que Bolivia no fue dignamente administrada, política, económica y socialmente; por el contrario, irresponsable y antipatrióticamente la manejaron como si fuera un fundo de usufructo familiar. Peor todavía, se enfrascaron en una absurda y permanente lucha por llegar al poder gubernamental, solo para apoderarse de grandes extensiones de tierras productivas y además incluidas sus poblaciones humanas de indígenas-campesinos, a los que disfrazaron con el nombre de siervos, pero en el fondo los esclavizaban.

Tan desgraciada situación provocó, de 1839 a 1936, la pérdida de 912.364 Km2, esto es el 40,64% y no porque nuestro país hubiese sufrido terremotos, maremotos o cataclismos, sino porque el “abandono total de nuestras fronteras patrias” despertó la ambición expansionista de nuestro vecinos fronterizos. Todos ellos, en su debido tiempo y lugar, nos invadieron y nos cercenaron grandes extensiones de territorio patrio, incluidas nuestras costas marítimas en el océano Pacífico, y solo nos dejaron con 1.332.808 Km2. Esto representa solo el 59.36 % del territorio con el que nacimos.

Y para un mejor conocimiento de nuestros lectores, nos permitimos nombrar los países que nos invadieron militarmente y los kilómetros cuadrados de territorio patrio que nos cercenaron: Brasil 491.304 Km2; Paraguay 175.000 Km2; Argentina 157.500 Km2; Perú 81.950 Km2; Chile 66.170 Km2, incluidas nuestras costas marítimas en el océano Pacífico, haciendo un total de 912.364 Km2. Esto representa el 40.64% de pérdida territorial.

A pesar de todo lo anterior, en abril de 1952 irrumpió en el poder gubernamental de Bolivia el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), que puso fin al neoliberalismo decadente e inició la era de los gobiernos revolucionarios, y cuyo líder indiscutible declaraba públicamente que había dado la libertad a 3 millones de siervos campesinos, y que posteriormente, el 2 de agosto de 1953, dictó la Ley de la Reforma Agraria, bajo el lema de “La tierra es de quien la trabaja”, mediante la cual a los campesinos se los convirtió en propietarios de sus tierras.

Sin embargo al no darles instrumentos de trabajo, semillas y mucho menos asesoramiento técnico, provocó su total fracaso y la desaparición de la agricultura, obligando a esos ex campesinos y a sus familias a migrar a las ciudades, donde al integrarse a la vida ciudadana y realizar diversas actividades económicas, contribuyeron al desarrollo y progreso de nuestro país, pero con desventajas.

Ahora bien y es para no creer, al nefasto período anterior de más de 90 años se sumó el de 1952-2017, pues se siguió manejando a nuestro país como un fundo de usufructo político-partidario. Y sigue la grave situación de nuestras “fronteras abandonadas” y si bien no hubo más invasiones militares de países vecinos, en cambio sí fueron reemplazadas por las invasiones de los contrabandistas nativos que han encontrado la manera de hacerse ricos, tan solo metiendo ilegalmente por nuestras “fronteras abandonadas” toda clase de mercaderías producidas en países vecinos, y además toneladas de ropa usadas y miles de automóviles desechables de EEUU y China.

Y así como están provocando la evasión del pago de impuestos de ley, el cierre de fábricas, talleres artesanales y la desocupación de miles de trabajadores bolivianos, también antipatriótica y delictivamente están prolongando nuestro atraso como nación, sociedad y familia. ¿Qué lástima, verdad?

 
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