Ramiro Pillco-Zolá
Pasaron dos años de la realización del “1er Congreso científico para la liberación tecnológica de Bolivia” (Tiquipaya, Cochabamba, 7 y 8 de enero de 2016), evento encabezado por el presidente Evo Morales. Sin vueltas el Presidente no dudó en decir que era el gran inicio del cambio tecnológico en el país. El asunto luego tuvo poco eco, hasta que el pasado 22 de enero, en ocasión de la presentación del informe de gestión 2018 del gobierno del MAS, el Vicepresidente describió el nuevo país con avances y retos en la formación, ciencia e innovación tecnológica. Pero en vez de apuntar políticas reales, más bien fue un discurso con contenido ilusorio.
La acción acertada de este gobierno en materia de formación es el programa de becas para posgrado. Por una decisión tomada en 2014 se envió posiblemente un par de cientos de becarios a las mejores universidades del exterior, cifra que no es clara en el portal del ministerio correspondiente, y en su mayoría para maestría en gestión de los recursos naturales y últimamente incluida la salud. La meta de formar expertos con nivel de Ph.D., para desarrollar la ciencia, quedó opacada al haberse constatado que en el país no hay un número deseable de profesionales que posean el grado de maestría.
Los réditos de innovación tecnológica y desarrollo de información científica, tan esperados, podrían demorar, porque la estructura institucional real para el desarrollo de la investigación científica como tal es ausente. Entretanto los profesionales que retornen con maestría posiblemente podrán vincularse a tareas de mantenimiento y operación de las pocas empresas montadas y de competitividad dudosa, o finalmente para enrolarse a la administración burocrática típica. Lo ideal sería que éstos continúen en su formación. Dicho programa es una iniciativa resignada, en vez de resolverse primeramente junto a las universidades el tema de posgrado, promocionando los pocos centros embrionarios, así como el desarrollo de la vocación científica rigurosa desde las escuelas.
Por el lado de universidades privadas o estatales, el panorama de la actividad del posgrado y la investigación es una realidad aflictiva, se trata de un sistema estancado en la formación del pregrado, con currículos desfasados de los cambios globales y alejados del avance científico. Lo dicho se ve reflejado en la poca producción científica o ninguna en varias universidades. Hay pocos profesionales con alto nivel de entrenamiento. Los pocos profesionales conocidos hoy por expertos son más producto del esfuerzo personal, en medio de un sistema altamente burocrático, sin entorno suficiente en el quehacer científico. Es ignorada, por el Estado y las universidades, la alta competitividad profesional, seguida de programas posgraduales, que viene de la mano con la producción científica.
Insisto, la generación del know how para el desarrollo de la ciencia rigurosa, solamente sería posible alcanzarla con la colaboración internacional, con un recorrido necesario hasta lograr niveles de independencia. El intercambio y la observación mutua entre sociedades han facilitado saltos en la innovación y mejora tecnológica. Este escenario pareciera estar concebido por el gobierno, pero debería irse paso a paso, y dar consistencia al discurso de la promoción investigativa. De emprenderse el fortalecimiento de la investigación y la formación de alto nivel, como el primer valor agregado es de esperar insumos propios para la enseñanza y la formación, la mejora de currículos y programas, seguida de la mejora de indicadores de competitividad académica, también concretar el nivel académico de Profesor ausente.
Tales logros básicos, junto a la participación paulatina de académicos en planificación de políticas del desarrollo nacional, constituyen un gran avance; al mismo tiempo garantizan la pluralidad, la participación democrática. Para su sostenibilidad esta primera fase debería ir acompañada de leyes y normas básicas, de una institución especializada para el seguimiento y evaluación, sobre todo para apoyo en la contraparte financiera. En una segunda fase plenamente sería posible planificar la incursión a la innovación tecnológica, la investigación aplicativa, y en una tercera fase incursionar a la economía del conocimiento, a la gestación del desarrollo del Estado sobre su propio desarrollo de conocimientos y tecnologías.
Lastimosamente, ni este gobierno ni anteriores han logrado incorporar, junto a las universidades, programas de investigación con la promoción de cuadros de alto nivel a las políticas de desarrollo del Estado. La admiración por la ciencia o ilusionar con ella a la población, simplemente puede implicar otra década de irresolución social, que se vive frente al agobiante escenario del cambio climático, a grupos en sobrevivencia extrema, como producto del modelo económico instaurado, apilados en villorios que crecen y crecen. Sin duda es una sociedad con un nivel de calidad educativa y formativa que está entre las últimas en el cono sur, pero maquillada con mejor economía.
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