Resulta alarmante que en Bolivia existan más de 180 mil jóvenes de entre 18 y 25 años sin perspectivas de futuro, muchos de los cuales habitan en el eje central del país, es decir en los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz.
El dato es alarmante y tiene el respaldo suficiente, porque provino del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Es fruto de un estudio, el cual estableció que en América Latina 20 millones de personas, de 15 a 19 años de edad, no estudian ni trabajan, por lo que se les dio el título genérico de “Ninis”, que en buen romance quiere decir que hay personas que nada son.
Es como si no existieran, pero tampoco se llega a este extremo, porque de todos modos es gente que se alimenta, viste y tiene necesidad de vivir en alguna parte, por lo que generalmente sucede que lo hacen en las viviendas de los padres.
¿Cómo se puede dar este fenómeno? Pues, implica que esos jóvenes no tienen ni idea de que existen y que, por tanto, optan por “sobrevivir” a costa de los padres o de algún organismo beneficiario. Y si en caso extremo tampoco recurren a estos amparos, es casi seguro que luego se dedican a la delincuencia, a vivir de lo ajeno, robando y hasta matando.
Que esto ocurra en Bolivia, en particular, es monstruoso e inadmisible. Sería conveniente que algún organismo fiscal se ocupe de identificarlos, censarlos y someterlos a investigación, para saber qué es lo que los induce a ser parias de la sociedad.
En este caso, no se justifica la indiferencia oficial, pues se trata de una porción significativa de la sociedad, por hallarse justamente en la edad de ser productiva. Por tanto, tiene la obligación imperativa de resolver este problema, tanto por ser de carácter social como por tratarse del futuro del país.
Es inadmisible que Bolivia tenga gente ociosa, pues la única posibilidad que posee esa gente es recurrir a la mala vida o más probablemente a la delincuencia, porque de algo tiene que vivir.
Al abordar esta problemática, es inadmisible y hasta censurable que existan padres de familia indiferentes ante lo que pueda suceder con sus hijos. Ellos tienen que ser los más interesados en que estos jóvenes tengan capacidad de llevar una vida independiente, sujeta a sus propias posibilidades de acuerdo con su trabajo y esfuerzo.
Pues, hay el riesgo de que se casen o adquieran el compromiso de convivencia con una mujer, situaciones en las que forzosamente deben tener capacidad de trabajar en una profesión u oficio, tanto para sustentar el hogar que vayan a formar, como fundamentalmente responder al compromiso que adquieren con una pareja, para ser el proveedor de las necesidad del hogar formado. Y con mayor razón si la mujer hace otro tanto, a menos que el varón no tenga vergüenza por hacerse sostener con ella.
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