La unidad de los bolivianos en el esfuerzo de recuperar nuestra cualidad marítima fue comprobada una vez más, con motivo de los recientes alegatos orales en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
En mi libro “Bolivia y la Cuenca del Plata”, publicado en 1998, enfatizaba que desde la época de la Colonia, la naciente República de Bolivia gravitó sobre el océano Pacífico y también estuvo vinculada al Atlántico por el río Paraguay, pero como consecuencia de tratados internacionales de límites confiscatorios y de guerras depredadoras, el país vio reducido su territorio en más del 50%, pasando de una superficie de 2.363.769 Km2 a 1.098.581 Km2.
La Guerra del Pacífico afectó a Bolivia por la pérdida de las vías naturales de salida marítima, quedando enclaustrados, con todos los perjuicios económicos y sociales derivados de este hecho. La invasión chilena nos arrebató 120.000 Km2 de nuestro Litoral a lo largo de 300 kilómetros de costas sobre los paralelos 23, 24 y 25.
No olvidemos que las primeras constituciones políticas de Estado de Chile fijan con toda claridad que su territorio abarcaba desde Cabo de Hornos en el sur, hasta el territorio despoblado de Atacama, paralelo 25.
Durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz y su proyecto de Confederación Perú Boliviana, Chile ya hizo sus primeros intentos de atacar a los dos países en enfrentamientos militares. Primero fue Manuel Blanco Encalada quien encabezó el ataque militar, pero fue derrotado por Santa Cruz. Bolivia no pidió alguna compensación y se firmó el Tratado de Paucarpata. El gobierno chileno posteriormente volvió al ataque a la cabeza de Manuel Bulnes, quién derrotó a Santa Cruz, desbaratando la Confederación.
El 14 de febrero de 1879, las tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta, iniciando la invasión a Bolivia, que concluyó con el cercenamiento de nuestro litoral marítimo. Cinco años después, en 1884, Bolivia y Chile firmaron el pacto de tregua y el 20 de octubre de 1904 el Tratado de Paz y Amistad, dejando a nuestro país sin su acceso al mar.
El diplomático boliviano Felipe Tredinnick en su libro Derecho del mar señala que en dicho acuerdo no figuraban las islas bolivianas que estaban frente al océano Pacífico en el paralelo 22.
También Chile después del Tratado de Paz intentó dominar la economía y minería en Bolivia al controlar los ferrocarriles y puertos, así como las minas de estaño y plata, fue Simón I. Patiño que logró recuperar la compañía estañífera de Llallagua en 1894 y en una asamblea en Santiago de Chile, logró retornar todas las acciones de esta rica empresa minera a manos de empresarios bolivianos.
El principal objetivo de la Guerra del Pacífico para Chile fue apropiarse de territorios ricos en minerales, salitre, guano y litio, como lo expuso Abraham Könning, geopolítico chileno ya en 1900.
Con la República de Chile tenemos un déficit comercial crecientes; en 2017 llegó a 1.300 millones de dólares. Bolivia sigue utilizando puertos de Iquique y Arica pese a tener opciones en Ilo-Perú -donde ya debíamos haber construido un puerto para nuestro comercio exterior- y Puerto Busch hacia el Atlántico.
Jeffrey Sachs destacó que el problema marítimo en Bolivia afecta un 3% anual en el desarrollo del PIB, es decir aproximadamente 1.200 millones de dólares por año.
A Bolivia ingresa contrabando por más de 2.000 millones de dólares provenientes de la zona franca de Iquique, afectando a su economía, de acuerdo con información de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia.
Chile exportó en el último quinquenio un promedio de 38.000 millones de dólares en productos de cobre provenientes de territorios confiscados a Bolivia. Chile debería ser magnánimo y otorgar una pequeña parte de territorio a Bolivia para compensar la riqueza que le arrebató.
En el proceso iniciado por Bolivia contra Chile ante la Corte Internacional de Justicia en abril de 2013, el país demostró con variada y abundante documentación fidedigna la cualidad marítima que tenía al nacer como República, en 1825, hecho que no pudieron rebatir los chilenos.
Bolivia expuso en La Haya los compromisos de las notas de 1950 y el Memorando Trucco de 1961; los antecedentes de las negociaciones de Charaña. Bolivia también hizo conocer las resoluciones de la Comunidad Internacional del Movimiento de Países No alineados y de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde obtuvo el respaldo del continente para lograr una salida al mar.
El acta protocolizada de 1920, en el que Chile se comprometía a buscar un acceso para Bolivia en el Pacífico, cediendo para ello territorio al norte de Arica; los documentos de la declaración de Charaña de 1975 y otras más. Chile no habría efectuado estas ofertas si no estaría convencida de que el Tratado de 1904 no resolvió los problemas con Bolivia.
El país no busca desconocer este tratado, solo pretende que la Corte Internacional de Justicia obligue a Chile a sentarse en la mesa de las negociaciones, que actúe de buena fe y cumpla su oferta de resolver la mediterraneidad boliviana, presentada en varias oportunidades.
Entre las muchas ofertas chilenas para solucionar su problema con Bolivia, detalladas ampliamente en los alegatos orales por el equipo jurídico boliviano, se puede mencionar la del presidente de Chile Domingo Santa María, quien remarcó en enero de 1884 que: “Bolivia no puede permanecer como está, ya que no puede entregar su comercio solo a nuestras aduanas. No hay gente que puede vivir y desarrollarse en estas condiciones (...). Debemos conceder una acceso propio”.
Terminado el período de los alegatos llega el tiempo de esperar el fallo de la Corte Internacional de Justicia. Este fallo, como dicen muchos analistas, podría ser favorable al país. Ante esta eventualidad, urge que Bolivia tenga listas opciones creativas para solucionar la salida al mar.
Si el país aspira a forzar a Chile a dialogar, debemos preparar el camino que facilite este encuentro. Entre las opciones creativas de solución, ya se explicó varias posibilidades, como:
- Arica tripartita.- La propuesta de Walter Guevara Arce en la que sugiere un área territorial donde Bolivia, Chile y Perú tengan presencia equitativa. Con esta fórmula, Perú recuperaría derechos sobre Arica, Bolivia resolvería su mediterraneidad; y Chile no perdería soberanía en este territorio.
- Canje territorial.- Esta propuesta, ya mencionada en el Abrazo de Charaña, también podría ser factible porque Chile no vería reducido su territorio y Bolivia tendría una salida al mar.
- Supremacía territorial.- La idea la planteó el ex canciller Fernando Salazar, por el que Bolivia accedería a un territorio marítimo sin que Chile pierda la soberanía, sobre una franja de 3.400 Km2, entre la Línea de la Concordia y el ferrocarril Arica-La Paz.
- Enclave con soberanía.- La sugerencia la hizo Bolivia, cuando David Choquehuanca era el Canciller, plantea un enclave con soberanía en la comuna costera de Huara, Región de Tarapacá, junto a la quebrada de Tiliviche. Los enclaves sin continuidad territorial deben ser vinculados a través de la vía férrea, viaductos y carreteras donde se puedan realizar diferentes proyectos.
- Enclave sin soberanía.- La expresidenta chilena Bachelet consideró un enclave en la provincia Tarapacá, de unos 28 Km de costa, al sur de la quebrada de Camarones y el norte de Iquique, sin ceder soberanía a Bolivia.
De todas maneras, todos los bolivianos debemos idear fórmulas creativas que permitan encarar las negociaciones que se podrían dar entre Chile y Bolivia; y nuestras autoridades hacer los mayores esfuerzos para crear las condiciones necesarias para un diálogo fructífero para llegar a un buen puerto.
El tema del mar es un bien común y de interés nacional, todos los bolivianos debemos estar unidos para lograr un retorno al Pacífico, sin color político.
El autor es Académico de Número de la ABCE (Academia Boliviana de Ciencias Económicas).
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