I
Este libro de Ramiro Prudencio Lizón y Gonzalo Prudencio es, pienso, una enjundiosa interpretación, bajo el estilo de novela histórica, de la única historia que ha generado decenas de miles de libros, que es la de Cristo, que no es poco, o sea un tema excepcionalmente importante para introducirse sutilmente a la intimidad crítica de la Pasión de Cristo y de su entorno humano que lo acompañaba, que para serlo exigía una buena dosis de Fe, pues los profetas falsos sobrepasaban, en la época, los dedos de las manos.
Es un libro tranquilo y claro; para lograrlo sus autores, sin anunciarlo, estructuran un designio muy adecuado como elemental para, con motivación in crescendo para el lector, profundizar los eventos cardinales de la Historia Sagrada y logran que se los lea sin dificultad, porque están presentes en la narrativa, como evidencia, los estudios interpretativos y el bagaje cultural de sus autores que, seguramente con consultas a los idiomas originarios como el arameo y posteriormente el latín, han descubierto las vetas de la interpretación. Y es que se nota con claridad que en ningún momento se han conformado sólo con el análisis gramatical de la Historia Sagrada, sino que han acometido las arduas fases del análisis exegético, histórico, filosófico y filológico de los textos.
Sobre este proceso puedo comprender como catedrático de Filosofía del Derecho, la dificultad que exige interpretar una ley que, desde su elaboración, es abstracta, para luego convertirla en concreta a través de este proceso, exigencia inderogable para todo buen juez.
Los capítulos esta obra están prolijamente ordenados para que el lector creyente, laico o pseudo ateo, encuentre en el libro regocijo espiritual debido a su ausencia de alienación y dogmatismo; narra con envolvente erudición lo que sucedió, amparado en la tradición y los testamentos Antiguo y Nuevo.
Son excepcionales los capítulos sobre la adúltera, Herodes, la diabólica Herodías y la expulsión de los mercaderes del templo, que es una premonición de lo que será la actividad actual de las hetairas, de los jueces que dudan sin cesar a causa de su deficiente formación jurídica, de los usureros, extorsionadores sobre el vil metal y el mercado de los valores.
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