II
El capítulo de la oposición a Jesús es una enseñanza superlativamente paradigmática para los políticos actuales, que defienden a ultranza sus reductos para preservar el poder, sin considerar que las ideas y la evolución inherente a la fuerza progresista son incontenibles en el ser humano.
El capítulo de las tentaciones en el desierto es descrito con el dramatismo de la naturaleza del tema subjetivo. Empero, dilucida necesariamente el sino del ser humano al estar circunscrito, sin posibilidad de rebelarse ante las tentaciones, pues hasta que morimos, éstas están activas.
El capítulo del Juicio ante Pilatos es un testimonio inequívoco de la pusilanimidad de una autoridad que se encontraba en ese momento ante intrincados problemas de definición de su presencia como autoridad ante Roma. Es significativa la actitud de una mujer, Claudia, su propia esposa, que con una reveladora y sana intuición asumió con vehemencia que el Rabí era inocente y fustigó a su esposo para que lo libere. Esta actitud nos infiere la actual lucha de la mujer por la igualdad plena de género.
La presencia del Rabí desató las pugnas internas que existían entre el tetrarca y las autoridades de Roma en su relación con los judíos. El libro desvela detalles muy íntimos de la urdimbre de intrigas viles, desde el Sumo Sacerdote, que presuntamente debería ser justo por su investidura, inventando infundios sobre el padre del Rabí, desvirtuando el hecho de la concepción divina por el Espíritu Santo y trivializando ese milagro con la presunta paternidad de un centurión ebrio que había pernoctado en Nazaret, desconociendo y mancillando la virtud de la madre del Rabí.
Los demás capítulos mantienen el interés constante, pues aparece donde menos se piensa una situación íntima, sobrecogedora y poco conocida, que suele ser sorprendente y a la vez útil para comprender la época, y el desconocimiento que de estos detalles padecemos posee características y proporciones diferentes que, aunque sea en vía de profundizar la idiosincrasia del momento, conviene leer.
La misión de la historia es hacernos verosímiles ante los otros hombres, porque aunque parezca mentira no lo son y el prójimo es siempre una ultranza, algo que está más allá de lo patente, y los autores han cuidado esta transparencia. De este modo se reconoce en la novela histórica el rasgo fundamental que tiene la humana ocupación: ser verídica.
Un libro muy recomendable para todos, sobre todo para los jóvenes, para que se liberen del restringido y censurado catecismo y de las varias ediciones de la Historia Sagrada bajo la misma orientación, y porque penetra el entendimiento hasta su razón o fundamento.
El autor es abogado, doctor honoris causa, escritor.
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