Mientras el gobierno no decida frenar sus políticas de asfixia a la economía, no ponga en práctica sus intenciones de principios de su gestión en sentido de lograr el desarrollo nacional; mientras siga con el criterio de que “el partido” es primero y luego, muy luego, el país; mientras no se anime a observar políticas de austeridad; renuncie a gastar más de lo debido hasta el extremo de disponer de las reservas internacionales; no se anime a aprobar el Pacto Fiscal que establece disposición seria, constructiva, responsable de los recursos nacionales y, mientras no decida combatir decidida y terminantemente al narcotráfico, al contrabando y a la corrupción, será difícil -y hasta imposible- que logremos vencer a la pobreza.
Si el gobierno cumple tan sólo un 50% de lo señalado líneas arriba, en marcos de institucionalidad, se puede lograr mucho y, además, poner en práctica políticas que permitan, en niveles públicos y privados, el cumplimiento de tres objetivos: invertir, trabajar y producir; una trilogía que en más de doce años no se cumplió porque parecería que surgió la equivocada idea de “haber mucho tiempo para ello” y la verdad es que el tiempo avanzó y los males del país han empeorado tan sólo por no hacer gestión ni administrar debidamente el país.
Invertir: son urgentes capitales y tecnología, ambos, unidos al capital humano que es posible conseguirlo, darían como resultado que obliguen al régimen gobernante a garantizar efectivamente a los inversionistas, sean extranjeros o nacionales, especialmente si se les asegura que los fantasmas de “nacionalización o estatización” desaparecen del escenario económico-social. Esas inversiones, por principio y fin, darán como resultado la existencia de empleo y éste dejará de ser dependiente de la economía informal que lo utiliza o emplea con bajos salarios, sin beneficios sociales de ninguna clase y sin las garantías de seguridad, honestidad y eficiencia que es preciso tener en cualquier ocupación laboral.
Trabajar: este es un rubro muy importante que debe atenderse en el país mediante la educación y formación profesional y técnica de los jóvenes y, para ello, realizar las reformas más convenientes, pero que tengan sentido de país y práctica de virtudes que se hagan valores y principios en la vida de niños, jóvenes y adultos de todo el país. Preparar y capacitar a los jóvenes es asegurarles un futuro promisor; es mostrarles caminos de progreso y seguridad; es asegurarles vida plena a ellos y a sus familiares; es, además, diseminar precedentes para las futuras generaciones que, con seguridad, por los ejemplos recibidos, mejorarán mucho más su educación y posterior profesionalización hasta extremos en que puedan utilizar la tecnología habida en el mundo e inclusive mejorarla y crear una nueva, como se ha hecho en los países ricos y desarrollados que alcanzaron altos índices de desarrollo en base a la ciencia y la tecnología inventada, mejorada y aplicada por ellos. La tecnología resulta, en buenas cuentas, un instrumento efectivo para combatir la ilegalidad y desterrar todo aquello que implica rezagos en la vida.
Producir: los resultados que se alcance con la producción debido a las inversiones de dinero, capitales humanos y tecnología, mejorarán notablemente y permitirán disponer de bienes en pro de la población. Esa producción exigirá más técnicas y resultados más positivos que obligarán a quienes trabajen mayor eficiencia, creatividad y sentido de responsabilidad porque las mejoras en las fuentes de trabajo redundan, más temprano que tarde, en beneficio de quienes laboran en su realización. Esa producción de bienes de uso y consumo dará lugar a renunciar a la dependencia de importaciones que, hoy por hoy, significan rezagos y vergüenzas para la propia colectividad de todo el país puesto que no es justo que habiendo producido, por ejemplo, los alimentos necesarios para la población seamos dependientes de lo que países vecinos producen y nos venden.
Invertir, trabajar y producir determinan abandonar la pobreza, combatirla seria y responsablemente; implica, abandono de la dependencia y del préstamo que muchas veces son instrumentos de corrupción y, en muchos casos, desgaste total de los valores humanos. Esa trilogía de políticas hará que la corrupción disminuya o desaparezca conforme se logre mayor riqueza puesto que muchos de nuestros males vividos hoy se deben a las prácticas corruptas de muchas autoridades y muchos componentes de la misma actividad privada, de la misma sociedad que, por conveniencias circunstanciales, favorece al contrabando al ser compradores y consumidores de lo ilegal, de lo que atenta contra nosotros mismos y nos hace más pobres y dependientes.
El contrabando crece no sólo por el accionar de quienes lo practican y varias veces con la complicidad de autoridades corruptas, tiende a crecer y contaminar a más gente que busca lo importado por la ilegalidad creyendo que ello disminuye su pobreza cuando la realidad es que la agrava más porque hace del consumidor ilegal más pobre de principios que permitan superar los males que practica.
Es preciso entender que si otros países pudieron alcanzar altos sitiales de desarrollo y progreso, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros? Podríamos vencer egoísmos, nomeimportismos, apatías, negligencias e irresponsabilidad teniendo conciencia de país y certeza de que debemos y podemos hacer mucho y que, si hasta ahora no lo hicimos, hay que enfrentarlo y hacerlo en el presente y el futuro inmediato y mediato hasta terminar con los retardos que nos han pospuesto.
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