En nuestro rico idioma, se conoce por continencia a sobriedad, templanza, moderación o capacidad de contenerse, e incontinencia como la ausencia de continencia, es decir que una persona que no tiene capacidad para contenerse, refrenarse ante cualquier situación, está en incontinencia.
Aplicando este término a lo que sucede en nuestra realidad política, los políticos que nos gobiernan hace doce años padecen de incontinencia verbal, pues comenzando por el presidente del Estado Plurinacional, casi a diario emite mensajes, opiniones, comentarios referidos a los problemas -cada vez más críticos- del Estado y los asuntos domésticos de la política.
Lo lamentable es que esa “verborragia”, muchas veces equivocada en su contenido, ha ocasionado en la mayoría de las ocasiones un efecto contrario seguramente al deseado, y para peor, esas ideas son replicadas en toda la estructura de su partido, en especial por los “asambleístas” que hacen gala de amplificar esas ideas, o dar una interpretación o justificación cuando algo de lo dicho por el presidente es censurado por la opinión pública.
Los excesos verbales presidenciales son calificados, por sus seguidores, en algunos casos como “bromas” o “no es lo que quiso decir” o “fue mal interpretado”, etc. De tal manera que parece que los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos, a empleados y funcionarios estatales, para interpretar lo que quiso decir su excelencia.
En otros casos, esos excesos determinan efectos negativos para la ciudadanía, como el anuncio de que este año se pagará el doble aguinaldo, que produjo inmediatamente la subida de precios de una serie de mercancías en el mercado interno, pues los comerciantes, importadores y productores, cargan esa obligación al consumidor final, siendo afectada la economía popular, en especial de la mayoría de los ciudadanos, ya que más del 70% de ellos no percibe aguinaldo, porque son trabajadores por cuenta propia.
Esta incontinencia verbal de nuestros gobernantes, en el asunto que tenemos con Chile en La Haya, con declaraciones, discursos y mensajes en las redes sociales, ha determinado que el gobierno de esa república y buena parte de su opinión pública, tome una posición duramente crítica ya no sólo contra nuestros gobernantes, sino contra nuestro reclamo centenario de acceso al Pacífico. Así, tratar a algún periodista por haber preguntado al presidente sobre este asunto, como “agente de Chile” o declarar que Antofagasta fue, es y será de Bolivia, perjudican nuestros esfuerzos jurídicos.
También los excesos declarativos que tratamos han llevado, ante la mayoría de nuestra ciudadanía, a la pérdida de credibilidad sobre nuestros gobernantes, así lo dicen las encuestas efectuadas por una empresa del rubro para un colega matutino paceño, en las que el 65% de los encuestados cree que el presidente no respetará futuros resultados electorales; y una de las virtudes de los gobernantes es precisamente contar con la credibilidad de los gobernados.
No solamente esa lamentable conducta política ha llevado a la pérdida de credibilidad y consecuente mayor desgaste del gobierno, sino que ha determinado un cuadro de incoherencia, entre lo que se dice y lo que se hace, pues nuestros gobernantes por su posición ideológica abiertamente declarada en foros internacionales, son “socialistas comunistas” y en consecuencia tienen un discurso anti imperialista y anti capitalista, pero sucede que se ha realizado eventos en los centros del capitalismo internacional, como Nueva York y Londres, con un elevado costo financiero, para solicitar a los capitalistas que traigan sus capitales a nuestro país; de la misma manera, recientemente el presidente ha solicitado a los empresarios españoles, lo que nos lleva a cuestionarnos: ¿Son en verdad nuestros gobernantes socialistas anti imperialistas y anti capitalistas?
Luego de sostener un discurso de desconocimiento de nuestra historia, el 23 de marzo pasado, el presidente dijo en su discurso: “Hay que mantener viva la memoria del pasado…”, contradiciendo la postura anti histórica, sostenida también en el canal televisivo estatal, que por su afán de propaganda oficial del presidente-candidato, dijo que los gobiernos anteriores nada habían hecho en el asunto marítimo.
Ya lo dice una antigua sentencia: “quien mucho habla, mucho yerra”.
El autor es abogado y politólogo.
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