El gobierno de la república de Ecuador, llegado al poder hace pocos meses, encontró a su país con régimen de socialismo del Siglo XXI, al cual se proponía dar continuidad. Sin embargo, al solo empezar la nueva gestión encontró que la otrora próspera nación había caído en un estado de crisis económica de gran profundidad, imposible de solucionar a no ser que adoptase medidas heroicas.
En efecto, el populismo antidemocrático que administró casi una década (2007-2017) a ese país con un programa utópico, lo único que hizo fue retroceder históricamente a los tiempos oscuros del medioevo y negaba toda posibilidad de avanzar hacia un futuro democrático de grandes alcances y ponerse a tono con el desarrollo de la humanidad. En forma específica encontró que Ecuador había perdido la brújula y no sabía hacia dónde marchaba, se había endeudado, pasó a depender de la economía asiática, abrió un abismo con el mundo democrático, ingresó en un estatismo a ultranza y en vez de ir a un supuesto socialismo, iba retrocediendo a la noche de los tiempos.
Tan grave crisis económica, atribuida al gobierno de su exiliado Rafael Correa, era necesario enfrentarla, volviendo a pisar el suelo y sacar la cabeza de las nubes. En ese sentido el gobierno de Lenin Moreno se vio obligado a aplicar medidas heroicas, como elevar aranceles para los productos importados, eliminación de ministerios con gran carga burocrática, así como enfrentar empresas públicas no rentables, en una nueva política económica llamada de Estabilización Fiscal y Reactivación Productiva.
Entre otras medidas, el nuevo gobierno ecuatoriano ofrece reducir el déficit fiscal del 5,64 por ciento actual, al 2,47 en 2021, y a la par enfrentar una deuda externa que trepó a casi 35 mil millones de dólares, equivalente al 33,6 % del PIB, política de endeudamiento externo a la que echó mano su antecesor. A la vez buscará inversiones, disminuir la burocracia, la gran cantidad de asesores, gastos en viajes, viáticos, turismo oficial, obras faraónicas, sedes sociales, campos deportivos, gastos de divisas, y hacer crecer de nuevo al alicaído PIB.
En particular mantendrá las empresas públicas rentables económica y socialmente mediante la figura de empresas mixtas. El Estado ecuatoriano tiene empresas de petróleo, minero, telecomunicaciones, correos, ferrocarriles, artilleros y agua en algunos casos, sin o con mínima rentabilidad.
En realidad, el nuevo gobierno ecuatoriano deberá realizar grandes esfuerzos para salir de esa situación, considerando que destruir la economía de un país es fácil, pero reconstruirla es algo muy difícil. En síntesis, a tiempo de reconstruir la nación devastada, ingresar a la construcción de la economía democrática, deberá mirar al futuro y pasar sobre los restos del pasado.
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