La única forma de seguir con certeza el desarrollo del juicio que Bolivia sigue contra Chile en el Tribunal de Justicia de La Haya, es tratar el tema con el máximo grado de objetividad, alejándose del optimismo o cayendo en el pesimismo, extremos frecuentes en que caen muchas personas y autoridades, víctimas de emociones y poco inclinadas al proceso de razonamiento.
La acción judicial iniciada por Bolivia se limita a pedir que La Haya sentencie que Chile acepte negociar de buena fe con Bolivia una salida al mar en cumplimiento de ofrecimientos de algunos de sus gobernantes. El pedido boliviano no planteó la solución de la cuestión del mar ni la revisión del Tratado de Límites de 1904.
La demanda fue aceptada por la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya y empezó a considerarla de acuerdo con los términos procedimentales de esa institución internacional. En efecto, en los plazos establecidos procedió a citar a las partes para que presenten sus alegatos orales que el país acaba de escuchar y leer. En ese sentido, los delegados de ambos países hicieron conocer sus argumentos, que fueron objeto de las réplicas respectivas, atentamente escuchadas por los miembros del Tribunal y que servirán para el fallo final que será dictado a fines de este año o principios del próximo.
Con el fin de orientarse correctamente, lo único que cabe ahora es esperar el fallo, al que posteriormente deberán someterse las partes, y cuando el Tribunal habrá concluido con su tarea, decisión, por lo demás, inapelable, vale decir, en este caso, hacer referencia al punto referido a las negociaciones bilaterales.
Al respecto -entrando al terreno de las posibilidades-, se anticipa que el fallo del Tribunal podrá tener las siguientes opciones: La primera con dos soluciones, que sería favorable o contraria a Bolivia y la tercera poco probable, que sea de conciliación o “fallo recreativo”. Lo que queda, pues, en adelante es esperar, tratando de anticiparse a la decisión final del Tribunal y hacer deducciones aproximadas.
En todo caso, es de esperar que el veredicto del Tribunal sea favorable a Bolivia, por lo que será una obligación de Chile ir a la negociación. En este caso es importante que el Tribunal plantee “la obligación” de negociar de buena fe, como planteó Bolivia, actitud que al parecer Chile tiene inclinación a aceptar, aunque el presidente Sebastián Piñera dijo “que Chile va a cumplir, pero también hará cumplir el Tratado de 1904”.
Una última opción considera que en caso de que Bolivia obtenga al fallo a su favor, Chile se oponga a sentarse a negociar, opción que, como otras, entra en el terreno de las especulaciones y la pérdida de objetividad, en absoluto necesaria en estos casos, tanto por gobernantes como por gobernados, junto a la seriedad, respeto y serenidad.
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