Lo sucedido en la prestigiosa universidad Gabriel Rene Moreno zahiere profundamente el espíritu elevado de la igualdad. Y aunque sea prosaico, voy a definir la igualdad, que significa que tiene la misma forma, calidad, tamaño, valor, etc. Otra definición con profundidad social: semejanza de status social, derechos, responsabilidades y oportunidades, además de ser un principio ideal que afecta a la estructura social. La igualdad es un objetivo de la colectividad social; la elite no está interesada en él.
Cuando se comprende esta transformación individual que debe realizar todo humano, se evita la pugna de los principios de libertad y competencia y se lucha por producir el decremento de las desigualdades sociales; entonces se logrará que exista oportunidad para llegar a ser igual. Esta igualdad inflige el bien en las sociedades, pues éstas no pueden progresar divididas.
La educación superior es un esfuerzo creador, imprescindible e irremplazable, como el aire que respiramos, y nunca debería ingresar en la decadencia y, en la eventualidad, las sociedades también decaerían. Impartir educación para un docente que prepara su clase con amor todos los días, es ser parte activa de las grandes e indelebles contribuciones a la civilización.
Cuando un profesional docente se ha preparado conscientemente a través de cursos exigentes de docencia en educación superior y se activa en esa envidiable dirección, no necesita, en el aula, proferir críticas o expresiones destructivas para la mente del educando, sino entusiasmar a sus estudiantes con una acción constructiva y de orientación filosófica, ciencia que dio origen a todas las disciplinas académicas.
Un docente dedicado debe evitar dos actitudes extremas: una es aquélla de satisfacción y complacencia interna que equivale a avalar la rutina y el aislamiento moral, pues si se actúa así se deja una impronta negativa en los estudiantes y esa es una responsabilidad que perseguirá al autor toda su vida. Y qué triste debe ser no ser saludado con efusión por un profesional que fue su estudiante, por negligencia, pues los estudiantes son el futuro de cualquier país. Este punto de vista es contrario a los ideales de la verdadera educación que, en su esencia, es creatividad, investigación e incesante autocritica del docente, que es el facilitador en el aula.
Otro extremo pernicioso es el pesimismo que denotan algunos docentes por su proclividad a continuar con los sistemas del pasado que no son realistas con la evolución y las exigencias progresistas de la juventud actual, además de contener una inequívoca carga de sentimientos discriminatorios. Quienes en el aula abogan por fórmulas mágicas de enseñanza-aprendizaje, no detectan las complejas problemáticas que plantea diariamente la educación, cuya misión es tanto social como individual.
Una sociedad estable, piadosa y solidaria es el producto de la educación en las universidades, pues allí se moldea el entendimiento con la enseñanza y forja la voluntad con la educación. Entonces, los docentes no debemos dejarnos distraer por las confrontaciones superficiales de nuestro tiempo. Pero, ¿no deberían ser la verdadera prueba de una sólida, creativa e investigadora educación las respuestas a las siguientes preguntas?: ¿Qué tipos de educación se quiere producir?, por supuesto ninguna discriminadora, memorística y teórica; ¿crea seres humanos verdaderos?, significando que el ser humano verdadero es solidario, liberado de prejuicios de cualquier índole y rebosante de conocimientos adquiridos por la orientación del docente que desató en su ser, sin solución de continuidad, la creatividad y la investigación, que será su sino hasta que expire.
La imitación en la docencia es desaconsejable, se debe aprender a caminar con los propios pies y desarrollar como docentes, una propia filosofía en la educación, desechando vigorosamente las normas severas y las verdades absolutas, por lo contrario, patrocinar con vehemencia la soberanía del estudiante y la incitación a la creatividad y a la investigación, sin dejar de lado su pensamiento independiente, con un enfoque esencialmente ecuménico y futurista; lo cual ya no es un lema abstracto, sino un modo de vivir liberado de discriminaciones, susceptibilidades y reparos frente al prójimo, acción que debe realizarse en el aula, al igual que en las sociedades.
El autor es abogado, docente, doctor honoris causa, escritor.
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