Einar Ayala Winkelmann
El 90,6 por ciento de los internautas en Bolivia, de un total de 8,8 millones de usuarios y de una población de 11 millones, utiliza el teléfono celular para navegar en Internet, según un reciente informe de la Autoridad de Regulación y Fiscalización de Telecomunicaciones y Transportes (ATT).
En una familia integrada por más de cinco miembros, de seguro hay más de un celular y uno de ellos en manos de niños o adolescentes desde los 10 años, a quienes si bien se los denomina nativos en el uso de las nuevas tecnologías, no por ello deben hacer uso de las redes sociales sin algún filtro de protección. Es decir que deben estar controlados, sobre todo por los padres de familia y los hermanos mayores.
WhatsApp, Facebock, Instagram, Qzone, Tumblr, Telegram, y LinkedIn son los más utilizados a nivel mundial, incluso con la posibilidad de incluir códigos de ingreso, para evitar verificar los mensajes. Ante ese fantasma de la “privacidad”, adolescentes, jóvenes y señoritas están siendo captados no solo para abuso sexual, trata de personas, micro tráfico de drogas, consumo de tinner y alcohol.
Entre los datos se establece que en el país hay 7,9 millones de smartphones, dispositivos móviles inteligentes activos, los cuales representan el 90,6 por ciento. Pero lo que no se dice es que muchos de los propietarios de estos celulares son adolescentes y no se sabe quiénes controlan las relaciones que se logra en redes sociales con esos aparatos.
Los adolescentes, quienes se entusiasman por lograr “nuevas amistades”, “nuevos romances”, no se dan cuenta que se colocan “voluntariamente” frente a una vitrina, para que organizaciones delictivas y de narcotráfico hagan presa de ellos, para la comisión de algún delito mencionado o de otros incluidos en el índice de criminalidad del país.
Por lo tanto no es suficiente que tanto la Felcn o Felcc demuestre en cuadros estadísticos la cantidad de operativos realizados o delitos solucionados, si dentro de las familias nuestros hijos hacen uso libremente, sin algún filtro de control, de las redes sociales.
Mediante las redes sociales una vez que se enteran de que ellos o ellas están pasando por algún problema familiar, frustración, falta de afecto, cariño de sus progenitores, esa situación sentimental en cuanto es publicada en sus redes sociales, se convierte en luz verde, que permitirá que personas desconocidas, con falsas identidades o aquellos amigos que ya están involucrados en algún delito, se aproximen sigilosamente a su presa, con la finalidad de captar a ese joven o muchacha que enfrenta algún problema personal o familiar.
Pero si el celular de nuestros jóvenes lograra ser revisado con ellos al lado, para explicarles los riesgos que genera publicar no solo actitudes, sentimientos, sino fotografías, datos personales, entre otros, posiblemente con esta tarea preventiva aplicada en la familia podríamos reducir la comisión de delitos que afecten a las nuevas generaciones.
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