La Corte Internacional de Justicia de La Haya ha tomado conocimiento directo de nuestro problema marítimo. Delegados de ambos países han expuesto sus puntos de vista y cada uno de los jueces seguramente estudiará el caso e intervendrá en el examen del grave problema conjuntamente sus colegas para, finalmente, decidir lo que mejor convenga.
Nuestra representación, sin necesidad de contar con criterios u opiniones que pudiese tener la frondosa delegación boliviana que viajó a Holanda, ha cumplido su papel y, como es de esperar, seguramente mantiene la esperanza de que la CIJ dará el fallo respectivo en el tiempo debido. Lo que corresponde ahora es tener paciencia, serenidad y prudencia ante lo que venga.
En muchos ciudadanos del país, existe el criterio equivocado de que la CIJ “fallará con miras a que Chile nos otorgue una salida al Pacífico” o, por lo menos, se avenga a concertar soluciones ‘porque se vería obligado por la entidad internacional’. Ninguna de las suposiciones se acerca a la realidad, simplemente porque el Tribunal Internacional no dispondrá nada al respecto y, seguramente, lo más que haga será convocar a las partes e invitarlas a dialogar, a convenir posibles soluciones que, en su momento, examinarán las partes. No habrá, en modo alguno, motivo para creer que nuestro más que centenario problema está resuelto.
Lo grave de esta situación es que muchas veces se emiten criterios y conceptos que no se avienen con la realidad, que están muy lejos de la verdad y que ningun gobierno chileno convendría en aceptar de buenas a primeras: “satisfacer los optimismos de muchos bolivianos que tienen criterios equivocados”. Este tipo de optimismos y esperanzas cifradas en rumores o informaciones nada ciertas, no hacen otro cosa que confundir a la propia colectividad nacional, porque podría convencerla de lo que no es y despertar reacciones injustas.
Por otro lado, hay que convenir en que muchas veces se hacen declaraciones impertinentes y fuera de toda lógica y, en casos, de apoyos de algunos ciudadanos chilenos y se da por hecho el que “todo Chile” nos apoya y cree en la justeza de nuestros reclamos. Es importante que nos atengamos a la verdad, a la realidad de la situación y, en último caso, a lo que efectivamente diga la CIJ de La Haya luego de su resolución o fallo que podría darse en el curso del presente año.
Es muy importante y necesario que tanto el gobierno como la colectividad tengamos prudencia, tacto y serenidad sobre el caso; no precipitarnos a decir lo que podría ser o no; pensemos que la mayoría del pueblo chileno cree en la certeza de sus negativas tanto como nosotros creemos en lo correcto y justo de nuestros reclamos; en otras palabras, cada país y su pueblo, defiende su posición y no acepta imposiciones que lo afecten, y, tal vez, lo obliguen a actitudes más radicales.
El retornar al Pacífico, siquiera a una parte del mar que fue nuestro, no es una aspiración, es un derecho porque el hecho de tener mar lo tenemos por la sencilla razón de que reclamamos lo que fue nuestro y nos fue arrebatado. Ahora, lo que corresponde es actuar con tino y prudencia, mostrar serenidad y paciencia porque no son temperamentos caprichosos o vocinglerías sin fundamento y menos insultos, marchas y manifestaciones o actitudes y conductas sin decoro alguno, las que afianzarán nuestras razones; al contrario, todo lo que no sea respetuoso, sereno y digno será rechazado y tomado, simplemente, como provocación que no corresponde.
Mientras la CIJ de La Haya no emita un fallo, no caben elucubraciones, suposiciones, criterios y creencias alejadas de la realidad y, cuando ese fallo sea emitido, se verá qué se hace y lo que se haga será sobre bases firmes de serenidad, prudencia y normas de respeto y consideración para todos. No corresponden las poses airadas, las creencias de que ya se cuenta con lo que está muy lejos y que seguramente será posible cuando las partes encuentren soluciones que satisfagan a todos con inclusión del Perú que tendrá mucho que ver en lo que se haga con miras a remediar el enclaustramiento marítimo en que nos encontramos.
En todo caso, corresponde que el gobierno actúe desde ahora en campos de prudencia y serenidad, de respeto y consideración sin repetir, en modo alguno, algunas intemperancias del pasado.
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