A los gobiernos civilistas de la región, que se vanaglorian de haber sido electos por el sufragio popular, parece que poco les importa la pobreza que agobia a vastos sectores sociales. Les cuesta aceptar esta realidad que genera, en muchos casos, delincuencia, prostitución e inseguridad ciudadana.
La displicencia que muestran ante esta situación social, ellos que dicen representar a las mayorías, raya con la insensibilidad más incalificable. Obnubilados, obstinados y ebrios por el Poder, creen que se impone “un gobierno imaginario, donde la felicidad pública se eleva al grado más alto” (1).
A ello se suma la fatuidad, la omnipotencia y la demagogia en la práctica política, desde las esferas gubernamentales.
En la agenda de éstos no se prioriza la búsqueda de tiempos mejores, a favor de los que sufren los rigores de la inopia, es decir de los sin techo, de los que viven en la calle, de los que piden mayor presupuesto para educación, salud y mejores condiciones de vida.
Pero prevalece la carrera armamentista. Nuestros vecinos más próximos están armados “hasta los dientes”. Prestos, quizá, para emprender una campaña ofensiva que conllevaría destrucción y modificación de las fronteras, en la región. La suerte siempre estuvo del lado de quienes tienen poderío militar, en todos los tiempos.
Quienes ostentan su arsenal bélico tratan de intimidar con la adquisición de equipos de guerra de última generación para la fuerza aérea, naval y terrestre.
Nuestros vecinos en la presente coyuntura hablan permanentemente de paz, diálogo e integración, pero simultáneamente modernizan e incrementan sus arsenales, provocando remezón en la comunidad internacional.
Al parecer lo más imperioso para ellos es la acumulación de armas y no atender las aspiraciones de mejores días del conjunto ciudadano mayoritario.
Quiénes poseen armas sofisticadas parece que tuvieran el camino expedito para imponer sus propósitos políticos. Y nada menos que en pleno Siglo XXI. No acaba, pues, la búsqueda del dominio, en aire, mar y tierra.
En suma: se hace evidente, día que pasa, la amenaza devastadora de la carrera armamentista.
(1) Jeremías Bentham:
“Tratado de los sofismas políticos”,
París - 1838, pág. 170.
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