El drama de los bosques, selvas, cabeceras de valle y valles en el país es muy grave por la indiscriminada acción de quienes explotan maderas y lo hacen, generalmente, alejados de disposiciones claras que existen. El gobierno, en los últimos doce años, anunció en repetidas oportunidades “aprobar medidas urgentes en contra de quienes abusan de la riqueza forestal del país”; pero, lamentablemente, poco o nada se ha cumplido y la mayoría de bosques está abandonada por falta de reforestación.
Hace pocos días se anunció que, “en el marco del Día Internacional de los Bosques”, gobernación e instituciones se han propuesto “reforestar cinco hectáreas de árboles nativos con cinco mil plantines, en la región del Parque Nacional Tunari” (ED 22/3/18). Según la Organización de Naciones Unidas FAO, “los bosques urbanos brindan humedad, purifican el aire y mejoran la calidad de vida. Las ciudades necesitan bosques urbanos para subsistir” y, repitiendo muchas declaraciones del pasado, la organización para la Alimentación y la Agricultura ha señalado que “el hombre no puede ni debe, irracionalmente, disponer a su arbitrio, de lo que es de la naturaleza y cuya explotación debe ser reglamentada y vigilada, hecha conforme a sistemas que permitan el nacimiento, crecimiento y fortaleza de las especies que han sido explotadas”.
Cuántas veces los organismos de Naciones Unidas han expresado preocupación por el grave problema; sin embargo, hay que reconocer que poco o nada se hace por exigir que, por ejemplo, la industria maderera, conjuntamente explotadores madereros, coadyuve a la reforestación haciendo que árboles, muchas veces centenarios, que son derribados sean sustituidos por plantines, con los debidos cuidados para su crecimiento. Mucho se ha dicho para que los madereros cumplan estrictamente la legislación existente, que eviten comprar maderas que son producto del derribo no autorizado de árboles; que las grandes especies del bosque y de árboles de toda clase no sean derribados por gente inescrupulosa que solo busca beneficios económicos, sin considerar que la forestación del país tiene capital importancia para la vida de la población.
Mucho espacio demandaría analizar lo que ocurre en los diversos parques declarados reservas, donde se procede al sacrificio de árboles y a la explotación de madera; pero, para ejemplo, está el caso del Parque Tunari, principal pulmón del eje metropolitano, que es víctima de incendios que destruyen más de 700 hectáreas anuales. El Parque cuenta con 330 mil hectáreas a lo largo de 11 municipios, tiende a perder mucha arboleda y plantas de todo tipo. Por otra parte, informes técnicos señalan que la Cordillera de Sama tuvo una reforestación sólo del 0,06 por ciento de las hectáreas afectadas por el incendio, de un total de 12.675 hectáreas quemadas. El problema, en general, es grave y el gobierno es el que debería adoptar las medidas necesarias para reforestar todo lo que se ha destruido, sea por causas naturales o por depredación a que son sometidos los bosques de las llamadas Reservas Naturales.
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