Según experto:
• La informalidad urbanística es una amenaza porque los nuevos asentamientos se dan en suelos empobrecidos, débiles y en servidumbres ecológicas
La vida de más de un centenar de familias cambió en un abrir y cerrar de ojos en la tarde del 6 de febrero en Tiquipaya. Un aluvión (arrastre de sedimentos) enterró casas, destruyó autos y acabó con cinco vidas. El desastre no sólo provocó pérdidas humanas y materiales, sino también llamó la atención sobre el mercadeo de tierras, el descontrol de la mancha urbana y la falta de prevención de riesgos.
El arquitecto urbanista Huáscar Bolívar investiga desde hace más de una década el impacto de los desastres en la región metropolitana y remarca que hace mucho tiempo la comunidad científica ha negado la expresión “desastres naturales”, porque entendió que las inundaciones y otros fenómenos son parte dinámica de la tierra.
Los desastres son, en realidad, los “efectos” e “impactos” severos de esas manifestaciones y de otras causas.
Además, advierte que sostener la idea que los desastres son naturales incrementa el nivel de vulnerabilidad de la sociedad; más bien, propone que los fenómenos resultan de una cadena de factores.
Explicó que hay cuatro tipos de amenazas: naturales, socionaturales, antrópicas y antrópicas tecnológicas.
Por ello, la informalidad urbanística es una amenaza porque los nuevos asentamientos se dan en suelos empobrecidos, débiles y en servidumbres ecológicas.
El problema es que todavía “la construcción de viviendas es por autogestión, por esfuerzo personal y cuando los ingresos son bajos, se busca un suelo de bajo precio y tiene esas características”.
La dificultad de acceder a los planes de vivienda y los requisitos de los créditos bancarios alientan la aparición de un mercado informal, donde están los loteadores. También alienta la venta de tierras agrícolas y la fragmentación de terrenos comunitarios.
Eso y otros factores como los altos costos impositivos y la ausencia de una oferta de tierras que se puedan ser urbanizadas obligan a la gente a acceder al mercado informal, incluso, a avasallar tierras.
El deterioro de las condiciones de vida en la ciudad también es una amenaza e incrementa la vulnerabilidad.
Bolívar advierte que aunque la brecha de la pobreza se ha acortado, los desastres se registran con mayor intensidad entre la población urbana pobre.
Una explicación puede ser que el acceso a la ciudad que tienen los migrantes está acortando la participación y hay menos acceso a los servicios. “Entonces los pocos recursos que se tienen se usan para sobrevivir”, declaró.
Explicó que “si las políticas de suelo son adecuadas, pero no hay una gestión de suelos hay un efecto dinámico de riesgo que genera amenazas y aumentan la vulnerabilidad de los asentamientos.
Antes se estimaba que alrededor de 600 hectáreas en el área metropolitana se inundaban normalmente en época de lluvia, pero eran campos de cultivo y ahora hay urbanizaciones informales expuestas. En su estudio Bolívar muestra la incidencia de los desastres desde 1992 hasta 2008 y los efectos. (Agencias)
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