Nuevas ejecuciones de periodistas

En situación de peligro se encuentra la zona fronteriza ecuatoriano-colombiana por las andanzas guerrilleras de un grupo desprendido de las FARC, comandado por Walter Artízola, alias Guacho, antiguo militante guerrillero, desprendimiento que ya dio pruebas de una actuación vesánica al asesinar a tres periodistas del diario ecuatoriano El Comercio, los que pretendían informar sobre dichos movimientos.

Un macabro video de los reporteros asesinados mientras estaban encadenados, tiene por finalidad infundir terror y tratar de evitar su captura, además de cobrar alguna importancia foquista. Se trata también de reproducir los cuadros salvajes de las ejecuciones a las que recurren los terroristas de Medio Oriente con parecidos objetivos. Paul Rivas, Javier Ortega y Efraín Segarra, periodistas los primeros, y fotógrafo y ocasional conductor el último, se suman al sacrificio de cientos de vidas en Latinoamérica, alto precio de la libertad de información. Esta vez, por ejecución del autollamado Frente Oliver Finesterra, entretanto los cuerpos de los secuestrados el 26 de marzo pasado aún no fueron recuperados por las autoridades y se cree que pudieran encontrarse tanto en territorio colombiano como del Ecuador.

Los gobiernos de ambos países ofrecen una recompensa de 230.000 dólares por informaciones precias para detener al Guacho, individuo que desde enero del presente año ha venido protagonizando junto a los suyos, ataques a las fuerzas ecuatorianas de control, a las que inclusive causó bajas. La región de Mataje, en la provincia Esmeraldas del Ecuador, colinda con grandes campos de coca en plena región selvática de difícil acceso, dificultando el encuentro de los victimados. No han faltado voces que responsabilizan al ex presidente Rafael Correa de haber consentido la presencia de grupos narco guerrilleros de las FARC en la frontera, las que sin actual protección tomaron el camino de la violencia. Las Fuerzas Armadas de ambos países han anunciado fuertes arremetidas, hasta dar con los terroristas.

Sin duda, la desmovilización de las FARC es materia de exportación delictiva no solo a los países vecinos, sino al resto del continente. Estamos ante gentes que desde su niñez, en muchos casos, no han aprendido otra cosa que el asesinato y ahora, como están dejando ver, han optado por dedicarse a todas las formas del delito. En nuestro país se ha detenido a más de una banda de súbditos colombianos en clara actividad antisocial. Bien haría el Ministerio de Gobierno y la Policía Nacional en intercambiar información acerca de estos ingratos visitantes y poder calificar su procedencia terrorista.