Las escuelas taller impulsadas por la cooperación española desde hace veinte años en el país fueron reconocidas, no solo por su labor en pro del patrimonio boliviano, sino por su contribución, además a la inserción social de unos 1.500 jóvenes.
“Qué mayor aporte a nuestro país”, subrayó la ministra de Culturas de Bolivia, Wilma Alanoca, en la entrega del reconocimiento al “Mérito Cultural” celebrada en Sucre, capital del país, por su aporte a la restauración, conservación y puesta en valor del patrimonio cultural boliviano.
La ministra anunció en este acto que el Gobierno boliviano aprovechará esta labor para crear el Instituto Superior de Conservación y Restauración del Patrimonio de Bolivia, con sede en La Paz.
Por su parte, el embajador de España en Bolivia, Enrique Ojeda, recordó que estas escuelas forman parte de los programas en América Latina de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), que este año cumple su treinta aniversario.
Desde que en 1990 la Aecid emprendiera sus escuelas taller, cerca de setenta ciudades de 25 países y unos 30.000 alumnos se han beneficiado de su formación, entre ellas las tres de Bolivia en funcionamiento en Sucre, La Paz y la Chiquitanía, además de otra que hubo en Potosí.
El embajador ensalzó el “patrimonio único en América Latina” que atesora Bolivia, con ciudades como Sucre, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y la relevancia de estas escuelas en mantener “vivo” este legado para no solo conservarlo, sino además ponerlo en valor al servicio de la cultura, el turismo y otros usos.
Asimismo, el coordinador general de la Aecid en Bolivia, Francisco Sancho, destacó el protagonismo de los jóvenes en estos proyectos de colaboración, al proporcionar a alumnos en riesgo de exclusión social una oportunidad no solo para aprender un oficio, sino además para lograr la autoestima necesaria con la que emprender un futuro mejor.
Al acto asistieron otras autoridades como el alcalde de Sucre, Iván Arciénega, los responsables de estas escuelas y alumnos, que relataron cómo esta formación les convirtió no solo en restauradores de arte, sino también en emprendedores capaces de montar sus propios talleres y además concienciar en el país sobre la conservación de este legado histórico y artístico.
El escenario de este reconocimiento fue la Casa de la Juventud en Sucre, un edificio declarado monumento nacional pero que estaba casi todo en ruinas hasta que la cooperación española, con el apoyo de otros aportes, lo convirtió con una de estas escuelas en ejemplo de la rentabilidad económica y social que brinda este proyecto.
Según la Aecid, las escuelas taller en Bolivia comenzaron a funcionar en Potosí en 1997, un año después en Sucre, en 2007 en la Chiquitanía y en La Paz en 2009.
El objetivo es la mejora de las condiciones de vida de jóvenes de entornos vulnerables, a través de la formación e inserción laboral en la conservación del patrimonio, bajo el lema “Aprender haciendo”.
El programa en Bolivia se enmarca a su vez en planes estatales de desarrollo económico e inclusión social y los alumnos se forman en albañilería, carpintería, forja, talla en madera y policromía, jardinería y paisajismo, arqueología, restauración de documentos y bienes muebles, gastronomía, turismo, instalaciones y luminotecnia. (EFE)
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