Economía de palabras
La batalla de la Asunta, con los cocaleros ilegales enfrentando a la policía incluso con “caza-bobos”, según dice el gobierno, se parece mucho a lo que pasaba en la “guerra de la coca”, aquella que marcó el comienzo del “proceso de cambio”.
Hay algunas diferencias. Para comenzar, esta vez las escaramuzas se dan en Yungas y no en Chapare. Es que ahora, con el presidente de los cocaleros ilegales de Chapare en el gobierno, los ilegales son los yungueños. Este es el primer logro del “proceso de cambio”.
Otra diferencia es que ahora, sin autorización del gobierno de Estados Unidos, se aplica en Yungas los métodos que la DEA aplicaba en Chapare.
Quizá sea este el primer paso hacia una normalización de las relaciones con la superpotencia. Hay otro indicio de que esto podría darse: las empresas petroleras norteamericanas han sido invitadas por el propio presidente de Bolivia a invadir los parques nacionales y usar en ellos una tecnología destructora de la naturaleza, tecnología de origen norteamericano pero que incluso allí es resistida por los ecologistas.
La “erradicación forzosa”, que fue tan resistida por el caudillo cocalero en Chapare, es ahora usada por su gobierno en Yungas sin hacerse problemas. La “erradicación voluntaria”, mencionada como el éxito del nuevo enfoque, sólo se aplica en el Chapare y en los parques que los chapareños han invadido anticipándose a las petroleras.
Como se hacía cuando la DEA estaba en Bolivia, las organizaciones de cocaleros son perseguidas y sus caudillos tienen orden de detención. Bloquear carreteras o resistirse a las erradicaciones es algo que los cocaleros no pueden hacer, los de Yungas, claro.
Para que lo de ahora se parezca más todavía a lo de antes, el líder cocalero de Yungas desafía al gobierno, e incluso lo derrota con demasiada frecuencia.
El nombre de Evo Morales ha sido borrado del estadio de Chulumani, con ignominia, y el líder yungueño ha prohibido que el partido de gobierno haga campañas políticas en toda esa zona.
Franklin Gutiérrez está mostrando que sabe usar las armas de un sindicalista cocalero. Sabe muy bien que con la bandera de la coca se puede llegar muy lejos, y mejor si es la coca legal.
Quizá estamos en los umbrales de un “proceso de recambio”. Cuando caiga el actual monarca, el próximo podría llamarse Franklin.
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