Tres empleados del diario El Comercio de Quito, un periodista, un fotógrafo y un conductor, fueron secuestrados y asesinados por fuerzas irregulares de Colombia, que actúan conjuntamente el narcotráfico exigiendo que el gobierno del presidente Lenin Moreno cumpla con sus demandas y amenazaron: “…los secuestros de civiles no van a parar, tampoco los ataques a militares en el territorio ecuatoriano, siempre y cuando el gobierno de Moreno no anule el convenio que firmó con Colombia para acabar con el terrorismo”.
La guerrilla colombiana que causó tantos daños, muertes y destrucción de bienes de toda clase en Colombia, no obstante la firma de un Convenio de Paz con el gobierno, continúa con lo que ha sido su labor delictiva: secuestrar personas, asesinarlas e imponer sus caprichos a las autoridades. Esta vez muestran claramente su concomitancia con el narcotráfico y con el terrorismo, porque lo firmado conjuntamente entre Ecuador y Colombia es el compromiso para luchar abiertamente contra el terrorismo, tenga las formas de guerrilla o narcotráfico.
El periodismo ecuatoriano se ve seriamente amenazado con el secuestro y asesinato de tres personas que trabajaban en un medio de comunicación tan importante como es El Comercio; un diario que, de todos modos, es la representación de la prensa libre del continente y el crimen cometido es, de una u otra manera, una amenaza y una prevención al periodismo continental porque la guerrilla colombiana -así sea un sector de ella- no trepidará ante nada con tal de imponer sus condiciones y lo hará con el apoyo firme y decidido del narcotráfico y del terrorismo, que poseen gran poder económico, armamentista y, sobre todo, una vocación de matar y destruir.
La esperanza, según un video, era que los tres periodistas no sean sacrificados mientras se llevaban a cabo negociaciones para su liberación, pero igualmente fueron asesinados, como una muestra, clara y terminante, de que quienes buscan imponer su voluntad tiránica a través del miedo, el secuestro y muchos actos delictivos, buscarán imponer sus caprichos en aras de reconquistar el poder que en conjunto tuvo la guerrilla y que asoló a Colombia durante más de medio siglo.
El gobierno ecuatoriano, el de Colombia y la población de ambos países han condenado severamente los crímenes cometidos por guerrilleros que, está visto, estaban decididos a llevar a extremos una actitud que, dado el precedente, podría ser imitada por grupos extremos y, además, crear el peligro de que gobiernos dictatoriales empiecen a mantener posiciones duras contra el periodismo y la población, con el simple objetivo de mantenerse en el poder y tener a los pueblos sometidos y donde los atentados a los derechos humanos sean conducta permanente.
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