Víctor Hugo Rodríguez Tórrez
Son fenómenos de vida aquellos que broquelan el espíritu y el alma de los hombres: La libertad como el mar, y la democracia para navegar irrestrictamente en él.
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El equipo jurídico internacional que impactó judicialmente en La Haya, es la mejor versión producida por Bolivia en tiempos actuales. Fue formidable su papel tribunicio, a satisfacción del país.
Con idónea mampostería histórica, jurídica y diplomática, plasmó los férreos argumentos probatorios impetrados, fervorizando el credo marítimo nacional.
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El gobierno se había explayado en desmerecer a la tarea responsable y sobresaliente emprendida desde el siglo 19 por la diplomacia boliviana y a su invalorable emprendimiento histórico-jurídico. En La Haya, manejando aquella herramienta antológica, flamea exultante la habilidad judicial testimonial, válida y cultural insuflada desde el siglo antepasado por siete generaciones de bolivianos. Estoicamente parapetada en los inextinguibles derechos de acceso e ingreso al mar y procurados históricamente desde La Paz, conglomeran la prestancia absoluta de Bolivia en la CIJ, afinando el fallo esperanzador.
La demanda fue actualizada por el gobierno en 2013. Es justo reconocer su audacia y resolución. Seleccionó a consagradas figuras del Derecho Internacional, quienes trabajaron con presteza y diestramente nuestros derechos accionantes ante el máximo tribunal mundial. No pudo ser de otro modo. Las alegaciones rindieron exámenes aprobatorios. (En 1962, la Brigada Parlamentaria Paceña de la Revolución Nacional exploró demandar internacionalmente a la contraparte, tras la ruptura de relaciones diplomáticas, por el desvío unilateral del río Lauca, previa a la creación de la Fuerza Fluvial y Lacustre, abril/1963).
El reverdecedor resultado de marzo/2018 es excepcional. Pero, otro reprobablemente distinto, consiste en maniobrar la histórica irrebatibilidad, la sicología social y buena fe marítima, para el reinado intangible del candidato for ever, cual cabeza de playa forzadora del ¡ukase! reelectoral.
El mar se huele con el corazón. El país olfatea su contaminación por la toxicidad electoralista imperante. Entiende que el régimen se adjudica la Causa a 196 kilómetros/hora para infinitos reacomodos en el mando plurinacional.
La Paz, capital icono del mar, timón para la restitución soberana, matriz de ideas y estrategias portuarias acunadas en su “hoyada” -motor de la Causa- no fue incluida para que, mediante la erudición marítima del foro paceño, hubiese manifestado su fisonomía procesal en La Haya. Las iniciativas y tareas por el mar, laboratorizadas desde La Paz, habrían energizado al supremo Objetivo Nacional Permanente, respecto al Teatro de Operaciones del Sud Oeste.
Con desafectos y sin voluntad a ella, La Paz, mayúsculo filón electoral, es apartada de trascendentales decisiones. Fue desestimado su liderazgo, solvencia, gravitación y elevado coeficiente patriótico-marítimo. Para el segundo round, la voz paceña debe tonificar la elocuencia jurídica boliviana en la conversación bilateral, vertiendo visiones realistas y literatura inmensurable en el propósito. No en vano, desde 1952 esta tierra atesora la tónica espiritual y reposo eterno de Avaroa.
La Paz no tiene culpa de la “incalidez” y displicencias en el Mapocho, ni en Madrid, donde “tampoco tomaron una decisión”. En Lima, empezó el coqueteo con Vizcarra, pieza clave para enigmáticos episodios post-fallo en La Haya.
En 1979, en La Paz, la OEA asimiló la demanda boliviana.
Desde el Palacio Quemado, “donde precisamente los hombres se queman”, como dijera el presidente Bautista Saavedra, La Paz propulsó la causa marítima. Los avatares políticos-partidistas y que avergonzaron con páginas sangrientas, cuartelazos, convulsiones y golpes mortíferos a la sociedad, no sirvieron para defender el mar, ni hacer sostenible la coexistencia pacífica con mejoramiento de las condiciones de vida para la población. Desde el oriente los paceños eran motejados como “collas pide mar”.
No obstante la agazapada disociación de “todos contra todos”, diríase divorcio sociedad-poder, en cada ser pervive la convicción marítima.
Vuelan estrofas y aires épicos en aras del mar. La “Marcha Naval”, segundo Himno Nacional, fue compuesta en La Paz. Sus versos, inspiración del Patricio paceño Gastón Velasco Carrasco. La partitura corresponde al maestro Edgardo Lazo de la Vega.
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