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[Severo Cruz]

Aunar esfuerzos para hallar soluciones


A dos años y dos meses, aproximadamente, del abrazo de Charaña, entre los dignatarios de Estado Hugo Banzer y Augusto Pinochet, los docentes y estudiantes de la Universidad de Chile se propusieron promover una actividad académica, con el objeto de abrir debate en torno al enclaustramiento boliviano, que empaña las páginas de la historia latinoamericana, desde los remotos tiempos del Siglo XIX.

En la oportunidad, según la versión que ofrece la prensa de la época, la población universitaria chilena se habría interesado en auscultar y analizar “posibles soluciones para el problema portuario de Bolivia” (1), que permitirían el reencuentro bilateral, en la perspectiva de refortificar las relaciones diplomáticas entre ambos países, distanciados, hoy, por la agresión bélica que data de 1879.

Posiblemente catedráticos y estudiantes, de esa superior casa de estudios, estuvieron conscientes de que su país impuso a Bolivia el encierro geográfico, entre sus elevadas cordilleras, por una actitud estrictamente expansionista. Que Chile condenó a Bolivia a una salida, limitada y controlada al Pacífico, debido a sus intereses mezquinos. Pensando en el futuro con prosperidad.

Pero, al margen de todo ello, quizá dicho universitariado se manifestó, con mentalidad renovada, partidario de encarar políticas de orden internacional tendentes a restañar las heridas que provocó la incursión militar chilena a territorio boliviano, que, en la práctica, alteró el mapa sudamericano. De ser así, amerita no sólo la ponderación sino que compromete la gratitud del conjunto del país.

Con anterioridad a aquel evento académico estuvieron de visita, en la ciudad de Santa Cruz (Bolivia), los catedráticos chilenos Patricio López de Lérida, Felipe Aliende y Moisés Moya Bernales, con motivo de dictar un Seminario General Básico de Pedagogía Universitaria, en la Universidad Boliviana “Gabriel René Moreno”, el año 1975 (2). La ocasión fue propicia para solicitarles, en nombre del pueblo boliviano, que las Universidades, donde dictaban cátedra, interpongan sus buenos oficios para el estudio y solución del enclaustramiento, que se constituye en una rémora para el desarrollo de Bolivia. Quizá se hicieron eco de esa petición ciudadana.

Es una generación que lleva, ahora, la cabellera encanecida, pero que vive, para orgullo de sus descendientes, con la satisfacción de haber contribuido, en la medida de sus posibilidades, con su generosidad, a la causa marítima boliviana. ¡Honor y gloria a quienes partieron a mejor vida!

Una señal de las nuevas generaciones de chilenos, de la década del 70, que debería ser imitada, ahora más que nunca, por el bien común y la paz regional. Es que los jóvenes de hoy deberían emprender el proyecto de construir puentes de amistad y fraternidad.

En suma: las nuevas generaciones de bolivianos y chilenos aunaran esfuerzos por la solución definitiva del conflicto.

(1) Leonor Ribera Arteaga: “La universidad chilena y nuestro problema marítimo”, Presencia – La Paz, 21 de mayo de 1977.

(2) Idem.

 
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