La historia de Bolivia debe ser considerada como un todo y no fragmentada por épocas. Al fraccionalismo conduce una pasión maniquea de sobrevaloración de una o algunas partes históricas mientras reniega de las otras. Se dice que van 500 años de invisibilización de las culturas originarias. Si esto fuese verdad, hay varios factores que la explican. El primero es la falta de fuentes fidedignas que permitan penetrar en las oceanidades del tiempo y de la verdad. La transmisión oral se presta a la mixtificación y la ausencia de alfabeto de las civilizaciones aborígenes impide levantar el telón que oculta la visión de esos correlatos históricos. Ante esta carencia sólo se tiene el legado de los cronistas de la Colonia que recogieran relatos auténticos y llevados por su curiosidad –para llamarla prosaicamente- abordaron la lengua misma, cual la aymara, y fue el padre Ludovico Bertonio quien trató de dar a ese lenguaje un carácter gramatical. Junto a Bertonio recordamos a los cronistas Cieza de León, Polo de Ondegardo, Guamán Poma de Ayala y al mismo Garcilazo de la Vega.
Empero cuando se trata de cargar las tintas para sobreponer unas culturas sobre las que se supone antagónicas, la cuestión pierde su naturaleza científica y se la precipita por atajos que necesariamente desembocarán en un fiero etnocentrismo de tipo político y cultural que es, precisamente, lo que hoy estamos viendo en el país. Desde este plano difuso tienen plena cabida las invenciones antojadizas y carentes de rigor. Afloran fácilmente entonces neo amautas y yatiris que no trepidan a endosarnos imaginarias invenciones originarias.
De esta manera, el maniqueísmo de las esferas oficiales pretende borrar casi dos siglos de vida republicana, valiéndose de un monstruoso aparato propagandístico en el intento de crear un “sentido común” falsario, para enseñorearlo en la memoria popular. Hemos de admitir que con mucha anterioridad se transaban como moneda corriente “leyendas negras” sobre la conquista, la colonia y que la República, supuestamente, no hubiera tramontado los nombradas ciclos.
Supuesto lo anterior, con la mira puesta en la perennidad de Bolivia como Nación, viendo su historia en perspectiva, recurrimos a Miguel de Unamuno cuando dolido por la situación de España en tiempos finiseculares del XIX, remueve el complejo social que le toca vivir para entrever la intrahistoria. Irrumpimos en estos temas al contemplar la profunda mediocridad y desaliento por los que atravesamos contemporáneamente, tesitura parecida que Unamuno percibía seguramente por aquellos tiempos alrededor suyo.
Para el maestreo de Salamanca y matizaciones de la llamada “Generación del 98” (Baroja, Valle Inclán, Ganivet, Martínez Ruíz Azorín, Maeztú, Machado y otros), se debía distinguir los sucesos ordinarios y pasajeros del vivir histórico corriente, de los grandes hechos trascendentes. Los primeros, entendidos no sólo por el diario vivir de las gentes sino también por los actos oficiales no relevantes como los de gobierno o mera administración, a los cuales a ultranza –por lo menos en nuestro medio- se les quiere dar categoría de historicidad. Podríamos decir que la intrahistoria o “tradición eterna” como la llamaba Unamuno, es la idiosincrasia, la peculiaridad, la manera de ser, enriquecida por las aportaciones culturales recibidas a través del tiempo y las circunstancias históricas. Por tanto, la tradición no es impronta de un solo componente, sino de todos los recibidos y por recibir, sustancia histórica de los pueblos.
Sin duda, tienen valor exponencial los momentos definitorios como la Guerra de la Independencia, la Fundación de la República, al paso que los infaustos también lo tienen, cual la pérdida de nuestras costas, entre otros. Toda esa complejidad es la intrahistoria en cuanto numen del alma nacional. Como apunta el citado pensador, los “grandes hechos” se tornan sueños, mas no sueño huidizo sino anhelo de retorno a lo trascedente que late en la profundidad histórica de la personalidad de los pueblos. Esto bien puede constituir introito metafísico de Bolivia.
loza_ramiro@hotmail.com
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |