Recuerdos del presente
Los venezolanos que ahora parten al exterior en cantidades que compiten con el éxodo sirio deben recordar, quizá con amargura, los días en que Hugo Chávez caminaba por las calles de Caracas rodeado de sus serviles y ordenando “exprópiese”, mientras señalaba algunas casas de propiedad privada.
O cuando amenazaba desde la televisión a empresarios y banqueros con arrebatarles sus propiedades, dándoles horas para que lo entreguen todo, y se marchen. Y la gente aplaudía.
Todo esto, dirán ahora estos venezolanos, fue creando el actual infierno que es Venezuela. Así se fabrica un infierno, un desastre, una pesadilla. Fue, en pocas palabras, una guerra contra la propiedad privada.
Dice el antropólogo ruso Sergei S. Vasiliev que la mayor revolución de la historia de la humanidad la hicieron los griegos cuando, 500 años antes de Cristo, “inventaron” la propiedad privada. Y que desde entonces se dibujó un meridiano que pasa por Atenas y que señala, hacia el occidente, a los países donde existe propiedad privada y hacia el oriente a aquellos donde se habla de “propiedad comunitaria”.
Es cierto, en casi todos esos países donde se habla de propiedad comunitaria sólo se habla de ella, porque, en realidad, los jerarcas que así hablan están pensando en la propiedad privada de ellos mismos, como se descubrió cuando la URSS se convirtió nuevamente en Rusia en 1991. O los chinos, donde también se aplica aquello de que la propiedad es comunitaria para todos, menos para los del partido. O en Cuba.
Y así llegamos a Bolivia. Ahora, el gobierno ha creado un esquema por el cual las empresas privadas que se encuentren en problemas serán transferidas a sus trabajadores.
No será la suerte, o los dioses, que decidan el momento de esas transferencias. Será, en muchos casos, el sistema tributario asfixiante, como lo definen los empresarios, y como lo acreditan el Banco Mundial y el BID. Bolivia, dicen estos organismos, es el país donde se paga los mayores impuestos de América latina y el Caribe. Y eso que no toman en cuenta las multas y sanciones que cobra el SIN con sadismo.
Entre las “condiciones” que se deben dar para que se produzca aquella transferencia se menciona, casualmente, que se declare un estado de quiebra, junta de acreedores…
Si una empresa recibe de pronto una multa, entra en situación de quiebra, la orden de ”exprópiese” ha llegado de manera ladina, taimada, disimulada, solapada, no a gritos. Cuestión de estilos.
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