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[Manfredo Kempff]

El precio de una diplomacia extraviada


Bolivia, desde el año 2006, solo mira con devoción hacia Cuba y Venezuela en América. Irán y Libia fueron otras de sus preferencias en el mundo más lejano. Como China, Rusia y Siria ahora. Y eso porque S.E. llegó al poder con un odio de cocalero hacia Norteamérica. Y todo aquel que fuera enemigo de EEUU sería su amigo, sin medir riesgos. Falta establecer relaciones con Corea del Norte para completar el círculo. ¿Pero qué culpa tiene nuestro país de que S.E. deteste tanto a los norteamericanos? ¿O que se enamore de las satrapías? Ni siquiera vamos a imaginarnos que don David Choquehuanca y menos Fernando Huanacuni Mamani, sus cancilleres aymaras, hubieran influido lo más mínimo en decisiones sobre la política internacional boliviana. Para eso están el Vice, y los Quintana, Arce Zaconeta, Rada, Llorenti, y demás.

Lo primero que hizo la diplomacia masista fue incorporar a Bolivia al ALBA a los tres meses de su acceso al poder. A ese ALBA que no se sabe si es Alianza o Alternativa Boliviariana y si es para América Latina y el Caribe o para los Pueblos de Nuestra América. Pero el hecho es que la lideraban Chávez y Fidel. Después, por supuesto, se sumó Ortega, y vinieron Ecuador y las islas caribeñas que dependían del petróleo venezolano. La lucha contra la pobreza y la exclusión social era la meta. Nada novedoso por cierto, aparte de que el pasaporte tenía que ser izquierdista. Y ahí nos hemos quedado, sin la plata de Venezuela, sin el liderazgo de Chávez, a la deriva, pero S.E. nunca falta a las Cumbres de cuatro gatos pobres. Ahora, para colmo, don David Choquehuanca es el secretario general del ALBA, con lo que está dicho todo.

El ALBA, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), han sido los ámbitos en que se ha desarrollado la política exterior boliviana, si hacemos un aparte de la demanda que hemos entablado contra Chile en La Haya y que es lo único razonable aunque no sabemos qué saldrá de ahí. A nadie escapa el denominador común en que actuó la diplomacia nacional: donde no estuviera presente EEUU. Apartar a los norteamericanos de la OEA habría sido una dicha suprema para el Estado Plurinacional y recordamos que S.E. sugirió alguna vez cambiar la sede de Naciones Unidas de Nueva York a otro lugar. Todos lo tomaron como una broma, naturalmente.

Y a los tres días que el canciller Huanacuni asumió la presidencia pro témpore de la UNASUR, seis de sus doce miembros se han retirado, afirmando que la presidencia no está funcionando como debiera y porque entre Bolivia y Venezuela, con vetos, no permiten la elección del nuevo secretario del organismo, vacante desde cuando dejó el cargo Ernesto Samper. Esto ha provocado algunas declaraciones contra Argentina de parte de Huanacuni que esperemos no tengamos que lamentar. Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú han decidido no participar del grupo entre tanto no marche como debe, y resulta que, con excepción de Uruguay, los que han quedado en Unasur son los mismos del ALBA, sin las islas caribeñas. ¿No es una pena que se haya llegado a esto? Y todo porque Bolivia está como perro guardián de Maduro.

Paraguay y Chile ya han manifestado abiertamente su desagrado por la situación actual de Unasur y el canciller chileno ha llegado a decir que el organismo “ni integra ni conduce a nada”. Y el ambiente que respira el resto de las naciones que se han retirado es que todos los postulados grandiosos de Unasur han derivado en fines ideológicos y que eso resulta una pérdida de tiempo. Ni Bolivia ni Venezuela parecen darse cuenta de que el populismo ya no gobierna en Sudamérica, de que S.E. y Maduro se han quedado solos, con un escéptico Lenin Moreno y un distante Tabaré Vásquez. Todos los demás estados de Unasur son amigos de la integración con EEUU, la Unión Europea, la Alianza del Pacífico, y no están dispuestos a proteger la dictadura de Maduro ni menos, como Bolivia, para votar en favor del genocida sirio en NNUU.

La Celac está destinada a correr una suerte similar a Unasur, porque, en el fondo, es la misma chola con otra pollera. La caída de los populismos le afectará irremediablemente, y todavía habrá que ver qué sucede con Ortega en Nicaragua, que está seriamente amenazado de ser echado a la fuerza del poder por burlarse torpemente de su democracia. Por esos vericuetos inservibles y caros transita nuestra diplomacia y David Choquehuanca, con Huanacuni y Llorenti, serán los más recordados. Dios quiera que, por lo menos, se recuerde bien nuestros alegatos en La Haya y que produzcan alguna satisfacción al país.

 
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