REALEZA
Emma Roig Askari
Es diminuta, feminista, valiente y viene de la idealista California. Es la actriz divorciada, de piel mulata, que ha enamorado al príncipe travieso y pelirrojo que aman los británicos. ¿Puede convertirse Meghan Markle en el arma secreta contra los 17 millones de británicos pro-Brexit y que no son precisamente amantes de nada extranjero? Su unión con Harry de Inglaterra está volviendo locos a conservadores antiinmigrantes como Melanie McDonagh, columnista de The Spectator, que se atrevió a escribir: “Hace 70 años Meghan hubiera sido el tipo de mujer que el príncipe habría tomado como amante y no como esposa. Las cosas han cambiado y ahora va a ser la apoteosis de la unión del show business y la realeza, con una gloriosa lista de embarazosos personajes subsidiarios”.
Un gran número de británicos tiene problemas para aceptar a las poblaciones no indígenas de su adorada isla que han llegado hasta sus costas e incluso nacido allí. Jóvenes de ascendencia africana, india o de alguna de las antiguas colonias son percibidos a veces como británicos de “segunda”. Si Kate Middleton, duquesa de Cambridge, se convirtió con su matrimonio con William de Inglaterra en la bandera de la clase media blanca británica que se siente legitimada así por la monarquía, Meghan, futura duquesa de Sussex, se puede alzar en el símbolo de los británicos de piel oscura. Su pasado activista (respaldó a Hillary Clinton, lamentó el Brexit en su Instagram y dijo de Trump que era un “misógino” y que “provocaba divisiones”) pone los pelos de punta a la estirada corte de Buckingham, ante la que ha exhibido el poder mediático que ha ganado con la experiencia en el mundo del espectáculo, aunque ahora deba ser prudente en sus opiniones personales.
Algunos creen que el hecho de haber sido portada de Vanity Fair en Estados Unidos con la frase “Simplemente somos dos personas enamoradas” fue su manera de forzar al palacio a anunciar su compromiso con Harry. Nadie la para, ni el falso ántrax que le enviaron por correo, supuestamente un ataque racista. En noviembre, el príncipe Harry emitió un comunicado en el que se quejaba del racismo soterrado en muchos de los comentarios de la prensa. Jo Marley, novia del líder de UKIP, partido pro-Brexit, tuvo que retractarse por decir que Meghan “manchaba” a la familia real y que ella nunca se acostaría con un “negro” porque son “feos”.
Con este panorama, Rachel (Isabel II se refirió a Meghan por su primer nombre en el anuncio de compromiso) está encabezando una revolución en la sociedad británica: lleva las uñas pintadas de negro (la familia real prefiere las manicuras naturales), firma autógrafos como si estuviera en Hollywood y le da la mano a su prometido en público, rompiendo las reglas del protocolo.
Theo Hue-Williams, un alumno de Eton, el elitista centro donde el príncipe Harry estudió, tiene una visión esperanzadora de la unión: “Para nuestra generación de etonians, Harry es nuestro héroe, más que su hermano, por defender los tres principios de nuestra escuela: combatir las normas sociales establecidas, trabajar para mejorar la sociedad y ser genuinos. Con Meghan, acepta todo lo bueno que ella aporta y combate los ataques”.
La brillante escritora Hilary Mantel ha sido un poco más cuidadosa con su entusiasmo al apuntar: “Los cuentos de hadas no describen el día después de la boda y eso es lo que percibo en algunos círculos aristocráticos ´anti-Markle´, donde he escuchado múltiples comentarios repletos de cinismo que auguran que no durará”. Pero quizá la sonriente nueva duquesa se convierta en el vehículo para sanar el cisma invisible que divide a los británicos. Si eso ocurre, Meghan, que trabajó como calígrafa en California, podrá escribir con su puño y letra aquello de: “Fueron felices y comieron perdices”.
LA CEREMONIA
El 19 de mayo es la fecha escogida. El enlace comenzará a las 12:00 horas en la capilla de San Jorge, en el Castillo de Windsor, precisamente en el mismo escenario donde el príncipe de Gales y Camilla Parker Bowles se casaron en 2005. David Conner, deán de Windsor, y Justin Welby, arzobispo de Canterbury, serán los encargados de oficiar la ceremonia. A la celebración asistirán más de 2.600 invitados: 200 miembros de organizaciones benéficas, 100 estudiantes de dos colegios locales, 610 miembros de la comunidad del castillo y 530 invitados de múltiples casas reales. Y, por si fuera poco, 1.200 ciudadanos anónimos —seleccionados uno a uno— procedentes de todos los puntos del país y de diversas edades. A las 13:00, los ya marido y mujer saldrán del templo y recorrerán Windsor en carruaje, pasando por algunos de los puntos más emblemáticos de la localidad. Por la noche, el príncipe Carlos ofrecerá una recepción privada para amigos y familiares más cercanos.
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