El primero de mayo se celebra el día del trabajador o del trabajo, pues en esa fecha se conmemora la masacre de trabajadores en Chicago, que entre el 1 y el 4 de mayo de 1886 protestaron en las calles, en demanda de mejores condiciones en la relación laboral, como ocho horas de trabajo diario, descanso semanal y otras. Ante esas protestas la policía acribilló a varias docenas de trabajadores, por lo que en casi todo el mundo se celebra el día del trabajo o del trabajador en esa fecha.
Al producirse a fines del Siglo XVIII y primeras décadas del XIX la Revolución industrial, es decir el uso de maquinarias para producir, a su vez apareció una nueva clase, la de los trabajadores o proletarios, que a cambio de un salario venden su fuerza de trabajo, constituyéndose en una fuerza social importante, de tal suerte que Karl Marx y Federico Engels construyeron toda una teoría basada en esa fuerza laboral, los trabajadores, proponiendo una sociedad en la que todos sean de una sola clase, la de los trabajadores, luego de la etapa del socialismo o dictadura del proletariado.
La Iglesia Católica aportó fundamentalmente para que el trabajador tenga un trato digno, así en la Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XIII reclama una mayor atención a los problemas de los trabajadores. Más tarde en la Encíclica “Quadragésimo Anno” reafirma los principios de lo que se ha dado en denominar “Doctrina Social de la Iglesia”.
Los inspiradores de las corrientes del social cristianismo fueron los franceses Roberto de Lammenais y Felipe José Bucheri, y en Alemania el Barón de Ketteler, Obispo de Mangucia, que en 1860 fundó la primera organización social sindical de orientación católica y en el programa de su Catecismo Social planteó: un salario justo y suficiente, la prohibición al trabajo de niños, el descanso semanal y una legislación protectora del trabajador, así como la intervención del Estado en la problemática social.
En la década de los años setenta del pasado siglo, se dio en el interior de la Iglesia de Cristo la “Teología de la Liberación” que, inspirada por los sacerdotes Gustavo Gutiérrez en el Perú y Leonardo Boff en el Brasil, sacudió a la tradicional Iglesia cristiana católica, al plantear la opción de la Iglesia por los pobres y valorizar la voz de los marginados y desposeídos. Esta posición ha sido reconocida como válida por la Iglesia en sus últimos cónclaves.
Si bien en todas partes las normas fundamentales garantizan el “derecho al trabajo”, como en nuestro país, ya que la Constitución en vigencia, en su Art. 46 dispone el derecho de toda persona al trabajo digno. Sin embargo, la realidad es que miles de personas carecen de un trabajo digno y estable, con acceso de la Seguridad Social y beneficios sociales, pues cerca del 80% de la población económicamente activa está en el sector informal del trabajo, es decir en el trabajo por cuenta propia (TPCP), sin acceso a los derechos sociales, consagrados en las normas.
Esta masa de trabajadores sin empleo es una suerte de “ejército de desempleados” que trabaja por su cuenta sólo para subsistir y su actividad es un disfraz del desempleo, pues es una actividad que carece de la dignidad que reza la Constitución. Además esta mayoría de subocupados padece por las erradas políticas de gobierno, como el doble aguinaldo que encarece todos los bienes y servicios, empobreciéndolos cada vez más.
Es importante que el gobierno diseñe políticas sociales que sean efectivas para crear fuentes de empleo, y de esta forma absorber a esa masa de subempleados, que carece de empleo digno y a quienes debe estar dirigida la política social, apuntando a elevar los niveles de desarrollo humano, que en nuestro país son de los más bajos de Latinoamérica.
Mientras tanto, nuestro deseo de bienestar a los miles de trabajadores bolivianos, que merecen mejores condiciones de calidad de vida.
El autor es abogado y politólogo.
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