Como dicen los economistas, Nathan Rosenberg y L.E. Birdzell, hace sólo un siglo, usando estándares actuales, el 90% de la población mundial se encontraba en lo que hoy llamaríamos, “pobreza extrema”. En las cavernas la cifra era 100%. Ello no se puede atribuir a la falta de derechos en las cavernas.
La explicación no es la falta de normas. En la prehistoria éramos tremendamente improductivos. No contábamos con máquinas, conocimientos ni tecnología, por lo que producir una ración de comida requería mucho más tiempo de trabajo del que nos toma hoy. Es el aumento de productividad (y no la ley) la que permite reducir la jornada de trabajo, pues hace que se necesite menos tiempo para hacer lo mismo. El espectacular aumento de la productividad en las últimas décadas ya anuncia en países desarrollados jornadas de trabajo incluso más cortas.
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