Es extraño en la historia que muchas personas que cuentan con algún poder, sea político, económico o social, se obnubilen y obsecan bajo el criterio de que solamente ellos tienen derecho a la libre expresión; que los demás, por su condición de ser “simples mortales” están para ser dirigidos, manejados, instruidos, sometidos, sojuzgados por la palabra y hechos de los poseedores de poder, que pierden totalmente la noción de lo que es la libertad en todas sus acepciones y muy especialmente de la libertad de expresión, que es el grito, la manifestación, pensamiento, sentimiento, idea y criterios como ejercicio de las libertades de todo ser humano sin distinción alguna.
La libertad de expresión se manifiesta desde el momento en que una vida, al ser concebida en el vientre materno, se hace sentir, demuestra su existencia, sus latidos por la vida al moverse, al causar dicha; esa vida muestra lo que, al nacer, grita, llora, explota en gritos que, en todo sentido, son manifestación de su libertad de expresión, de sentir y mostrar que vive, que es parte del conjunto de personas a cuyo mundo llega.
La libertad de expresión es, pues, derecho de todo ser humano y nadie, por poder que tenga, puede violarla, vulnerarla, suprimirla, controlarla, regirla o violentarla con disposiciones, aparentemente legales, pero que responden simplemente a los caprichos, ambiciones y de quienes ejercen mal el poder. Es hombre libre y poseedor de la libertad de expresarse, por cualquier medio, todo ser humano, todo ser que cree en Dios y en sus semejantes y tiene la convicción de estar sometido solamente a las leyes morales y civiles y a la voluntad del Creador; sometimientos y acatamientos a lo que corresponde a su familia como ser esposa, hijos y demás componentes del entorno familiar.
Para demostrar y dar fe de la libertad de expresión de todo ser humano es que se han creado los medios de comunicación que muestran el sentimiento y pensamiento bajo el principio de que esa libertad de expresión es derivación o consecuencia de la libertad de pensamiento que nadie puede anular, disminuir, conculcar y controlar. Así, mientras exista el ser humano cuyos derechos son inalienables, existirá el pensamiento cuya manifestación, consecuencia o derivación es la libertad de expresión que muchos poseedores de poder político, económico o social creen que, por permisividad de ese poder, adquieren el derecho de disponer discrecionalmente del ser humano y de su libertad.
La libre expresión, con sus respectivas manifestaciones como son prensa, radio, televisión y toda forma de ejercer la libertad, pervivirán por siempre, así sea amenazada por quienes se creen dueños de ella y buscan que esté sometida a su voluntad. Por todo lo dicho, hay que convenir en que cuando los pueblos pierden su derecho a expresarse libremente mediante los medios de comunicación o con la realización de protestas, manifestaciones y otros medios públicos, hay que temer que están propensos a ser avasallados o dominados por quienes pretenden sumirlos en el servilismo o la esclavitud, que son únicas instancias en que tiranías y dictaduras satisfacen su egolatría y mayores ansias de lograr poderes absolutos.
Muchas veces la humanidad ha sufrido la supresión de la libertad de expresión y de prensa por conveniencia de regímenes que, sin entender que esa libertad es, para ellos mismos, instrumento que los ayuda en la realización de buenas obras y que busca la paz y la concordia entre todos que se han hecho básicas para la supervivencia porque se asientan en la esperanza de que el ser humano, más temprano que tarde, entenderá que solamente la vigencia plena de las libertades determinará la solución de los problemas que afligen al mundo.
Los medios, con el trabajo consciente y responsable del periodismo, se han convertido en instrumentos de bien, de concordia y unidad contra todo lo que implica peligros para la convivencia entre todos, para el encuentro de soluciones a los diversos problemas, para que el amor y la caridad sean sistemas que ayuden al fortalecimiento de virtudes que se hagan principios y valores.
Instituciones como las Asociaciones de Periodistas, Asociación Nacional de la Prensa, Asociación de Radiodifusión, sindicatos de Trabajadores de la Prensa tienen comprometida su vida y capacidad para emitir sus pensamientos; resultan medios propicios para entender y hacer entender que la libertad de expresión no es dádiva de nadie y menos negociable, censurable o controlable mientras actúen los principios de verdad, honestidad y responsabilidad.
La libertad de expresión también es derecho de quienes poseen poder siempre que la utilicen con honestidad y responsabilidad complementadas con vocación de servicio, porque los medios de comunicación y los periodistas sirven a toda causa emanada de cualquier poder, siempre que éste sea concordante con los derechos del ser humano; esos medios alaban y aplauden lo bien hecho y lo hacen con el mismo derecho de criticar, censurar, orientar y, si es posible, dirigir en aras del bien común y de principios que sirvan a la verdad y a la justicia.
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