Danny Daniel Mollericona Alfaro
En febrero de 2011, estudiantes de Derecho de la UMSS, le photoshopearon el mosaico de graduación a Amalia Vilca. Le pusieron una toga y le alisaron el cabello; le borraron la pollera y las trenzas. En Derecho, le quitaron sus derechos. Pero la valiente nueva abogada no se calló y denunció el atropello. El revuelo mediático y su fuerte actitud pospusieron el acto para, finalmente, unos días después, transformar la lucha en victoria. El 26 de febrero se graduó de la carrera, con pollera y trenzas, con sonrisa y gloria.
Hace unos días se transmitió en televisión abierta el acto de nombramiento de la Udabol al vicepresidente del Estado Plurinacional, Álvaro García Linera, como Doctor Honoris Causa. Se puso toga y birrete; se puso capa y una medalla. Sin ofrecer doctorados, la Udabol otorgó un doctorado. Así, de verde y amarillo, en la solemnidad del acto dijo: “un privilegio poder vestir esta toga”. En el revuelo mediático (y también memediático de redes sociales) criticaron el acto, pues poco tiempo antes se había documentado con la UNAM que ni siquiera terminó su licenciatura. El revuelo nada cambió. Salió todo doctoreado, con sonrisa sí, pero sin mucha gloria.
Ambos ejemplos evocan ceremonias o ritos. Y si, no sólo en las fiestas y en las iglesias se hallan las ceremonias y los rituales. En el ámbito académico de una manera más solapada y disimulada hay actividades simbólicas importantes también. El rito “trata de una actuación preprogramada, estereotipada, codificada”, nos propone Pedro Gómez. Y también, por el otro, Durkheim nos decía que a través de los rituales y las ceremonias es que los grupos sociales refuerzan su solidaridad, su cohesión. Eso pasa cuando se confiere un título académico y se realizan actos de “graduación” o “colación”. A través de este tipo de actos estereotipados es que se crea la legitimidad del título. La sociedad reconoce los títulos y refuerza su cohesión con la comunidad académica. Eso sí, hay objetos simbólicos específicos que componen la ceremonia/ritual y representan/encubren determinados discursos.
La toga, el birrete, la capa y las medallas responden a ese complejo escenario ritual. Pero no, no son objetos neutros. Las universidades, rememorando sus orígenes elitistas, utilizan este tipo de implementos para generar la diferenciación con las demás personas, los otros. Lo que es más grave aún, varias universidades representan aún espacios reaccionarios que condicionan la participación de los individuos y ejercen violencia simbólica frente a grupos populares que deben adecuarse a las reglas de la institución académica. El caso ejemplar fue de la compañera Amalia que tuvo que luchar por reivindicar su pollera frente a esa mentalidad reaccionaria que se esconde tras la toga.
La participación del Vicepresidente en la ceremonia de la Udabol, por el contrario, respalda esa mentalidad reaccionaria de las universidades elitistas. Las universidades privadas se esmeran en evocar forzosamente las togas y birretes, las capas y las medallas, los brindis de honor, las cenas de gala, etc., es decir, esa solemnidad antipopular. Los objetos y los rituales nunca son así nomás; representan algo. Además, el hecho de recibir un título de una universidad privada en televisión abierta, es decir, difundido a la mayor cantidad de personas, provoca algo más peligroso: reivindica la educación privada. Al participar en el acto el “vice” manda por el tubo el discurso democratizador de la educación y las luchas populares por la educación gratuita.
Qué lindo debió verse Amalia al graduarse, así linda con pollera y trenzas, así linda sin toga ni birrete.
El autor es sociólogo.
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