Indiferencia ante la salud pública

La insólita indiferencia ante la salud pública suscita la condena pública, pues ello tiende a causar el inminente cierre del Complejo Hospitalario de Miraflores, como resultado inicial, con lo cual centenares de pacientes, internos y externos, quedarían sin atención médica.

La causa de este drama es el incumplimiento fiscal en el financiamiento para atender sus requisitos financieros. En efecto, al presente el Gobierno adeuda al principal Complejo de salud del país nada menos que más de 24 millones de bolivianos, de acuerdo con datos proporcionados a la prensa por el director del Instituto Gastroenterológico, Juan Antonio Guerra.

Resulta inexplicable que erogaciones que están debidamente programadas en el Presupuesto General del Estado, no se las cumpla con la responsabilidad y urgencia que demanda la atención de la salud pública.

Los adeudos fiscales ni siquiera son de este año, datan del segundo semestre del año pasado, lo que determinó que para que sigan funcionando los servicios del Hospital de Clínicas, Hospital de la Mujer, Hospital del Niño, Instituto de Gastroenterología Boliviano Japonés, Instituto Nacional de Oftalmología, Instituto Nacional del Tórax y el Instituto Nacional de Medicina Nuclear, se tenga que utilizar sus recursos propios, que son el respaldo que tienen para atender emergencias de salud que pueden hacerse presentes en cualquier momento.

Esta es otra demostración fehaciente de la incompetencia funcionaria de los servicios de salud, lo que muy bien puede atribuirse a que su personal directivo es improvisado, sin noción de lo que implica atender la salud pública.

Varios estamentos públicos se hallan administrados actualmente por adeptos del Gobierno, o sea que se hace prevalecer la atención de los servicios públicos con personas que carecen del conocimiento y experiencia que se requiere para el desempeño de las funciones que se les encomendó.

Lo cierto es que el servicio de salud necesita, en todas sus escalas e instancias, contar con profesionales competentes, sin exclusión alguna. Desde directivos, pasando por médicos y enfermeras y concluyendo en auxiliares de todas sus dependencias.

Todos ellos tienen que poseer el conocimiento y adiestramientos necesarios, pues con la salud no se puede producir falencia alguna. La vida de toda persona, por más modesta que sea, requiere ser cuidada y protegida con el mayor esmero, con más razón cuando ella está a merced de los servicios públicos.