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Pocas veces en su historia los aliados más fieles de Estados Unidos recibieron un desaire tan categórico. Donald Trump parecía regocijarse al anunciar el martes su retirada del acuerdo que en 2015, tras una década de gestiones laboriosas, habían celebrado Inglaterra, Francia, Alemania, China, Rusia y Estados Unidos con Irán. El repliegue era la última palabra a las gestiones emprendidas por Alemania y Francia, cuyos jefes de estado peregrinaron por la Casa Blanca buscando persuadir al mandatario republicano que no abandonase el acuerdo. Con él, habían conseguido que Irán congelase sus planes nucleares y evitado que en poco tiempo más (quizá algunos años) pueda inscribirse en el club exclusivo de naciones con armas atómicas. Parecía el mejor acuerdo ante una alternativa que dejaría vulnerable a Europa y todo el Medio Oriente.
La perspectiva era una pesadilla para dos aliados indispensables de USA: Israel y Arabia Saudita. Ambos se detestan mutuamente, pero con la ruptura “trumpista” del acuerdo, se frotaron las manos felices mientras los firmantes se sumergían en angustiosas cavilaciones sobre si podían seguir considerando a los Estados Unidos un aliado confiable. Sin mayores precisiones, los iraníes decidieron reactivar sus planes mientras los aliados desdeñados procuraban contenerlos, en esfuerzos que lucían sin destino al estar privados del poder disuasivo de Estados Unidos. Así transcurrió una de las semanas más nerviosas y tensas de la Era Trump.
Con todos sus sinsabores, para los aliados de Estados Unidos quedó una convicción: Bajo la actual administración, a Estados Unidos le interesa menos el acuerdo renegado que socavar al régimen iraní. En esa nueva escala de valores, lo primero era apuntar contra el régimen iraní y procurar hundirlo. Todo envuelto en una meta obsesiva: acabar con el legado del antecesor Barack Obama, gestor del acercamiento con los ayatollah que había representado un alivio para gran parte del mundo. Al considerar el acuerdo como un pésimo negocio para Estados Unidos, Trump asegura que el acuerdo permitió a los iraníes acceso a unos 100.000 millones de dólares en activos que estaban congelados.
Los críticos cada vez más numerosos de Trump en USA creen que el paso temerario puede repercutir en las elecciones legislativas de noviembre, cuando esperan arrancarle al mandatario la mayoría de su partido en las dos cámaras, sobre la que apoya decisiones como la de romper el acuerdo. Esto recuerda una idea que recorría América Latina al final de los años de 1970: las elecciones en Estados Unidos son tan importantes para el mundo que no solo los norteamericanos deberían votar. En esta idea estrafalaria pueden estar pensando ahora los europeos humillados por Trump, mientras para rusos y chinos sería la hora de frotarse las manos y brindar. Tal vez…
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