Christian Moreno Colomo y Mayra Moreno Colomo
Con distintos niveles de intensidad la red internet se ha incorporado tanto en países desarrollados como en regiones subdesarrolladas. Asimismo, en ámbitos urbanos y ámbitos rurales y a la vez en diferentes estratos sociales. En el caso boliviano, sus orígenes se remontan a fines de la década de los 80. Inicialmente, se conectaron a la red entidades universitarias, la Universidad Mayor de San Andrés se conectó en noviembre de 1989, la Universidad Mayor de San Simón en enero de 1990, la Universidad Gabriel René Moreno en marzo de este mismo año, al igual que la Universidad Andina Simón Bolívar. Por esta misma época, finales de los 90, también se conectaron a la red el Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Presidencia, la Cancillería y casi todas las embajadas extranjeras.
En los años subsiguientes, ya fueron parte de la red internet otras organizaciones, empresas e instituciones tanto gubernamentales como no gubernamentales. Sin embargo, su difusión masiva comenzó formalmente en agosto de 1995, cuando el gobierno de esa época promovió el acceso y consumo de Internet bajo la tutela de la Vicepresidencia de la República.
A partir de 2001, con la apertura y proliferación de locales públicos que ofertaban servicios de Internet, se incrementó y expandió la demanda y el número de usuarios. En años posteriores, paulatinamente se introdujo en los hogares de las principales ciudades del eje: La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz a través de algunas empresas telefónicas que brindan servicios de internet, como Cotel, Cotas, Entel, Viva y Tigo. Actualmente, existen importantes niveles de acceso y consumo de Internet, sobre todo mediante los teléfonos móviles o celulares inteligentes.
En el año 2010, un sondeo realizado en las ciudades de La Paz, El Alto, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra por la empresa CIES Internacional, revelaba que la gente de La Paz y El Alto era la que más navegaba por la red. Asimismo, señalaba que el 75% de los usuarios no contaba con una conexión domiciliaria y que solo el 25% tenía acceso a Internet en sus hogares. Por otro lado, expresaba que el índice más bajo de conexión domiciliaria se registraba en la ciudad de El Alto, con un 2.3%, seguía la ciudad de La Paz con el 18.2%, Santa Cruz de la Sierra con el 25% y el registro más alto de conexión domiciliaría a Internet se hallaba en la ciudad de Cochabamba con un 38.1%. En contraste, El Alto era la ciudad que presentaba mayor registro de usuarios que se conectaban a la red desde locales públicos o teléfonos móviles.
Para el año 2015, la Autoridad de Fiscalización y Supervisión de Telecomunicaciones y Transporte (ATT) señaló que las conexiones a internet entre los años 2014 y 2015 se habrían incrementado en un 45 %, lo que implicaba que en un solo año se pasó de 4.981.693 a 7.251.366 usuarios, la mayoría de los cuales accedía a la red a través de sus teléfonos móviles. Siendo las ciudades de Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Cochabamba las que tenían la mayor cantidad de conexiones de todo el país. En términos absolutos este dato estadístico significaba que para el año 2015, a nivel nacional, existía una penetración de la cantidad de conexiones de internet de alrededor del 70%.
Los principales usuarios de la red son niños, adolescentes y jóvenes, situación que se explica debido a que son precisamente estos grupos poblacionales “más jóvenes” los que entienden y conocen el uso de la red Internet con mayor rapidez en relación con los “adultos”, debido a que han nacido rodeados de esta tecnología, lo perciben como su entorno natural y simplemente la asimilan. Son los llamados “nativos digitales” o la “generación WiFi”.
En cambio en adultos o “inmigrantes digitales”, en los que generalmente prevalecen conocimientos, actitudes y prácticas más tradicionales o arraigadas, la situación es más complicada, ya que tienen que acomodarse a este nuevo dispositivo digital, lo que supone un proceso de conocimiento y aprendizaje, el cual no siempre están dispuestos a inaugurar y proseguir.
En el año 2011, un estudio realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señaló que en el país, el 57% de los jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 16 y 30 años de edad tanto del área urbana como del ámbito rural, tenían acceso a la red internet, esencialmente a través de cabinas y/o cafés internet, domicilios particulares y celulares.
Las opiniones sobre las repercusiones que provoca el acceso y consumo del Internet se encuentran divididas, unas a favor y otras en contra. Algunos especialistas ven al Internet como un elemento positivo que ha venido a expandir y enriquecer las redes sociales de las personas. Asimismo, como un recurso tecnológico que despierta el interés, la motivación, el aprendizaje, la comunicación y la accesibilidad a una enorme cantidad de información. En cambio, otros señalan que el Internet aumenta el aislamiento social y a la vez provoca distracciones, la dispersión de la atención, la pérdida de tiempo, la adicción y el aprendizaje incompleto, parcial e impreciso.
Independientemente de estos criterios subjetivos positivos o negativos resulta innegable que el internet ha generado una cultura digital, es decir, un entorno sociocultural donde prevale el procesamiento automático, virtual y digitalizado. Se deduce que desenvolverse en este mundo digital requiere de ciertos conocimientos, habilidades, prácticas y destrezas tecnológicas, es decir, de ciertas “competencias digitales”. Sin embargo, se advierte que la gran mayoría de los usuarios no poseen dichas “competencias digitales o informacionales” que permitan optimizar el uso eficiente y eficaz de algunas aplicaciones, recursos y funciones de la red. En su acceso y consumo no prevalece un “saber tecnológico” especializado sino más bien un uso cotidiano y habitual que es resultado de un aprendizaje empírico basado en la práctica y la experiencia personal o la transmitida por amigos, familiares u otras personas que no necesariamente son especialistas de este entorno digital.
Frente a esta realidad resulta indispensable que el acceso y consumo del Internet trascienda la satisfacción de ciertas necesidades básicas de comunicación, información, ocio y entretenimiento y se constituya en un medio tecnológico que permita la superación de la brecha digital y el ejercicio efectivo de una ciudadanía más participativa y propositiva.
Los autores son Comunicadores e investigadores sociales.
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