Las últimas disposiciones del gobierno en sentido de incrementar sueldos y casi asegurar el pago del doble aguinaldo a fin de año, son algunas de las medidas que, conjuntamente la disposición por la cual se producirá traspaso o enajenación de empresas que se “encuentren en posibilidad de quiebra” a los trabajadores, han creado incertidumbre, preocupación y hasta desesperanza en la mayoría de los empresarios, especialmente en aquellos que están catalogados como medianos y pequeños.
Tanto empresarios como algunos economistas han sostenido la necesidad de “preservar la producción y el empleo” (ED 10-4-18).
Es evidente que la preservación de la producción (actualmente muy deprimida) y el empleo ocupan sitial importante en la economía; pero, no conviene descuidar la promoción y el logro de inversiones tanto nacional como extranjera, porque sin ellas se hace difícil y hasta imposible asegurar y mantener alta la producción y menos cuidar y crear nuevos empleos.
El gobierno seguramente tiene conciencia de que ninguna de sus campañas o promociones para conseguir inversiones, realizadas tanto en Nueva York como en Londres, han tenido algún resultado; las reuniones con empresarios tanto norteamericanos como ingleses han pasado desapercibidas por quienes, se creía, “estarían dispuestos a invertir en Bolivia”. La campaña en ambas ciudades fue ostentosa y cara. Por otra parte, continuamente se anuncia en países ricos y desarrollados que “Bolivia está dispuesta a recibir a quienes deseen invertir y que contarían con grandes facilidades”.
Casi todos los países ricos han realizado inversiones en Argentina, Perú, Chile, Brasil, Colombia y Paraguay y fueron alemanes, estadounidenses, canadienses, ingleses, franceses, suizos y de países de Asia que las han concretado y, en casos, prometido que estaban dispuestos a multiplicar sus inversiones porque “cuentan con las seguridades jurídicas y garantías”. Lo que extrañan de nuestro país es que, pese a haberse dictado una disposición garantizando posibles inversiones, en la práctica no existen las seguridades jurídicas y, por el contrario, pesan gravemente las ideas siempre pregonadas de “posibles estatizaciones, y nacionalizaciones” que, lógicamente, desalientan a cualquier capitalista de bienes financieros y tecnológicos. Temores semejantes abrigan los poseedores de dinero en el país y mucho más con las últimas medidas aprobadas por el gobierno, dizque, “en favor de los trabajadores”.
Las inversiones de capital financiero, capital humano y tecnología son absolutamente necesarias y no obrar con la prudencia, sagacidad, apego a las leyes y cumplimiento de una ley que garantice toda inversión y trabajo permanente, no es garantía y menos implica seguridad para nadie. Los casi continuos aumentos de sueldos y salarios o creación de bonos dificultan la creencia de que hayan garantías serias, vigencia plena de las leyes y comportamientos acordes con la necesidad de producir y crear empleo por parte de personal existente o, en caso de nuevas empresas, debidamente capacitado que garantice no solamente con su trabajo eficiente sino con el compromiso de no “abrigar intenciones contrarias a la seguridad de las empresas”; pero las inquinas político-partidistas, la poca capacidad y seriedad de algunas autoridades en la interpretación y aplicación de las leyes, las acciones populistas y demagógicas de algunos sindicatos u organizaciones de trabajadores, dan lugar a que no se crea en la seriedad que el país pueda imprimir a sus compromisos.
La inversión de capital humano con profesionales debidamente capacitados y con experiencia en la materia o rubro de la inversión que pueda hacerse cargo de la instalación o formación de la industria o complejos de bienes y servicios; construcción de infraestructura, etc. debe contar con personal imprescindible para el inicio de operaciones, y que capacitará, entrenará y hasta especializará a profesionales, técnicos medios y personal de apoyo que pueda manejar posteriormente la empresa o medio productivo.
Ambos, capital financiero y humano, como parte de las inversiones, conjuntamente la tecnología tendrá que ser, forzosamente, sin “sobreprecios, coimas, comisiones y otras condiciones ilegales”; de otro modo, se repetirán los vicios y errores que ya causaron mucho daño.
Todo este conjunto de realizaciones en pos del desarrollo que den lugar, muy luego, al crecimiento, requerirá personal y será forma efectiva de crear empleos; pero, empleos fijos, permanentes, debidamente capacitados sin precisar, en modo alguno, de recomendaciones o presiones político-partidistas destinadas sólo a favorecer a “gentes del partido” aunque no tengan ninguna preparación.
Sólo así se podrá hablar de mejorar las inversiones e iniciar políticas para lograr, competitivamente, una producción que sea efectiva, capaz de reemplazar al producto extranjero; sea, además, motivo y causa de alegría para quienes trabajan en la empresa y capaz de despertar sentido de competencia, eficiencia, eficacia, honestidad y responsabilidad tanto en el personal como en quienes dirigen o manejan la empresa. Mientras no se entienda la urgencia de actuar en base a la trilogía de inversiones, producción y empleo, será difícil salir de la profunda sima de subdesarrollo y dependencia en que vive el país; será imposible hacer que todos los ciudadanos entiendan la necesidad y urgencia de actuar con eficiencia y altos grados de honestidad para realizar excelentes labores que sean productivas no solamente en cantidad sino en calidad. Sólo así se podrá vencer a la pobreza o, por lo menos reducirla.
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