En el taller de capacitación denominado “Producción de programas de entrevistas y opinión en televisión”, dictado por el conocido periodista argentino Fernando Vailati, se destacó esencialmente la valentía del periodismo boliviano, poniendo de relieve que “la prensa independiente es y será la única capaz de mantener a raya el abuso y la inmoralidad, garantizando de este modo el futuro de los hombres libres…”. Acusó, al mismo tiempo, a pseudo periodistas sometidos al poder y sus mentiras, que traicionan, según afirmó, “la primera regla de la profesión, que es la búsqueda y difusión de la verdad”. Este taller se constituyó, tácitamente, en un verdadero foro democrático.
Lo anterior es virtualmente un homenaje a profesionales de la información, cuyo desacato al autoritarismo del poder político de turno, hoy ha permitido revelar injusticias e ilegalidades, pero al mismo tiempo arrostrar los riesgos de la represalia y el desquite a través de sistemáticas políticas de asfixia que apuntan al riesgo laboral.
El tópico abordado no es nuevo, ya que existe un libro gordo sobre el tema de amenazas al ejercicio del periodismo independiente que subraya, principalmente, la censura e intolerancia, manipuladas por la publicidad estatal, llegando, por ejemplo, en el caso del Decano de la Prensa Nacional, al extremo de una usurpación en 1970, por el gobierno de turno. También se observa una perversa opresión financiera.
Por todo ello se ubica a Bolivia en el puesto 110 en materia de libertad de prensa, de un total de 180 países, según el informe último de Reporteros sin Fronteras, coincidente con la advertencia del presidente de la APLP, quien señaló que el trabajo periodístico en el país se encuentra bajo amenaza. (Avalan la anterior declaración 136 agresiones físicas contra periodistas y medios de información, además de otros 155 casos de agresiones verbales y amenazas).
El periodismo, como todos sabemos, tiene en nuestros días mucho más alcance que el que representa la simple difusión de noticias, y con razón se dice que le incumbe principalmente la misión de orientar, educar e instruir. Hoy con el desenfreno y por momentos con el libertinaje mediante Internet, el lector desea, a tiempo de recibir la noticia, una orientación que lo sitúe y valore, reflejando la actualidad con toda su capacidad de proyección, analizando, censurando o aprobando. La prensa se convierte, de hecho, en el paladín de la nueva realidad social, siendo imposible de sustituir.
Sin embargo, el actual “populismo en ascenso”, que no es aquel que defiende los verdaderos intereses y aspiraciones del pueblo, con el designio de “quien no está conmigo está contra mí” procede en la penumbra a dar curso a la amenaza y al acoso económico, debilitando los medios independientes a través de una sistemática y permanente campaña. La delicada situación económica de éstos es consecuencia de la falta de ingresos en publicidad, ya sea privada como estatal, apuntando, por otro lado, mediante actos hostiles, su animadversión total en contra del “adversario”, tratando de menoscabar su prestigio y credibilidad.
En el fondo, inseguridad, amenaza física, económica e intimidación siguen siendo oponentes tradicionales de la prensa libre, tanto en nuestro país como en la región, pero esta vez su furia se presenta como un verdadero frente de batalla en grado extremo, patrocinada por los gobiernos de turno que amenazan con acciones directas no solamente su línea periodística o su doctrina, sino a sus propios componentes o cuerpo administrativo, como reporteros, fotógrafos, editores, administrativos, etc., por su política de conseguir “tener al gato por el rabo”.
Conocemos que la práctica del oficio es una tarea llena de dificultades, que la prensa la asume plenamente, pero hoy se trata ni más ni menos de responder a la agresión y hostilidad de los gobiernos, quienes se han impuesto la tarea de silenciar el clamor y la voz de la prensa libre, tratando de evitar fundamentalmente que se aborde temas de importancia que son motivo de sana crítica y denuncia social, fundamentalmente. Tal actitud opresora viola expresamente nuestra democracia constitucional; he ahí la cuestión.
El autor es abogado.
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