Publicidad

    


El peor terremoto de Bolivia

A dos décadas de la tragedia en Aiquile

• El fenómeno geológico que sucedió el viernes 22 de mayo de 1998 dejó como saldo trágico de 41 personas muertas y muchos heridos, además de 385 casas derribadas y más de 600 entre parcialmente afectadas y de alto riesgo


El terremoto del 22 de mayo de 1998 tuvo su epicentro a 24 kilómetros al este de Totora y a 54 kilómetros de Aiquile, con una magnitud de 6.8 grados en la escala de Richter. En la fotografía se observan a Aiquile el día del terremoto.
 GALERÍA(4)

El terremoto ocurrido en la madrugada del viernes 22 de mayo de 1998 dejó secuelas en la población de Aiquile, el hecho trágico que cobró la vida de 41 personas, además de destruir cerca de cuatro centenares de viviendas, se constituyó en el peor movimiento telúrico de Bolivia. Ayer, después de dos décadas limpió sus escombros y se reconstruyó con su propio esfuerzo.

El fenómeno geológico tuvo su epicentro a 24 kilómetros al este de Totora y a 54 kilómetros de Aiquile, con una magnitud de 6.8 grados en la escala de Richter. Dejó como saldo trágico algo más de 50 personas muertas y muchos heridos, además de 385 casas derribadas y más de 600 entre parcialmente afectadas y de alto riesgo.

A las 0:15 horas ocurrió un sismo de intensidad 5,5 según la escala de Richter, posteriormente, a las 01:45 horas, se produjo un terremoto de intensidad 6,8 según la misma escala. El Observatorio San Calixto ubicó su epicentro a 18° S de latitud, 65° O de longitud y 35 Km de profundidad. El terremoto se sintió en todo el eje central del país y en los dos meses siguientes el Observatorio San Calixto había registrado más de 2.600 réplicas.

El terremoto afectó a 3 provincias (Carrasco, Campero y Mizque), seis municipios, alrededor de 300 comunidades y se sintió en casi todo el país. Las poblaciones Aiquile, Totora y Mizque, con mayor número de habitantes, fueron las más afectadas. La ayuda se dirigió principalmente a las dos primeras localidades debido a la magnitud de los daños ocurridos en éstas.

La mayoría de las personas que resultaron heridas o muertas dormían cuando ocurrió el sismo. El traumatismo y las lesiones físicas fueron las principales causas de morbilidad y mortalidad.

A pesar de haber sido afectada por dos sismos en años anteriores y de tener conocimiento que una falla geológica cruza esta comunidad, no se había tomado ninguna medida de precaución. No se contaba con plan de emergencia, como es el caso de la mayoría de las poblaciones del país y, una vez ocurrido el desastre, las autoridades locales no supieron cómo responder.

Las medidas inmediatas de atención a la emergencia fueron brindadas por los sobrevivientes, que se organizaron en forma ejemplar.

En las poblaciones rurales aledañas a Aiquile y Totora la situación era aún más grave, debido a las características montañosas de la región y a la dispersión de la población. Según las versiones de los damnificados, la noche era oscura y fría y sólo se oían algunos quejidos. Entre los escombros se encontraban familias enteras que habían quedado enterradas bajo las viejas estructuras de adobe y teja, construidas sin ninguna resistencia a los movimientos sísmicos.

El Hospital Bertol de Aiquile, perteneciente al Arzobispado, se constituyó en el eje de la respuesta del sector médico, debido a que el Hospital Carmen López sufrió daños de consideración.

Un informe de la Defensa Civil explicaba que algunos deslizamientos habían bloqueado la carretera, lo que obligó a un comando de las fuerzas especiales a acceder a la zona en paracaídas para proporcionar la ayuda necesaria a la población. Posteriormente y en forma paulatina fueron llegando equipos de rescate del Grupo SAR, Unidad Departamental de Salud, Cruz Roja, estudiantes de medicina de la Universidad Mayor de San Simón y otros.

Con el transcurso de las horas, se estableció un puente aéreo entre Aiquile y la ciudad de Cochabamba que permitió evacuar a los heridos más graves. En Cochabamba ya se contaba con un plan de emergencia del sector salud apoyado por el Ministerio de Salud y Previsión Social y la OPS/OMS y una red de servicios operativos que facilitaron la asistencia a los heridos. La población entera se volcó en este centro asistencial, ocasionando un tumulto que llegó a entorpecer las acciones del equipo encargado de admisiones.

La fase de emergencia duró tan solo un día. Los equipos de rescate inicialmente concentrados en Aiquile y Totora comenzaron el rastrillaje de las áreas rurales en cerca de 99 comunidades, una labor muy sacrificada ya que no contaban con vehículos para movilizarse y las condiciones eran difíciles.

Según información proporcionada por (CENCAP) Centro Nacional de Formación y Capacitación de Educadores, Niños, Adolescentes y Población en Circunstancias Especialmente Difíciles, pasada la emergencia, se inició una segunda fase en la que la población comenzó a organizarse en campamentos de acuerdo a vecindarios, grupos familiares, amigos y otros, llegando a constituirse, en una primera fase, cerca de 30 campamentos ubicados en diferentes zonas de este municipio.

El problema principal en esta fase fue la falta de alimentos y agua potable. La ausencia de letrinas en estos campamentos llevó al cabo de 3 días a situaciones de riesgo sanitario, al aumentar la disposición inadecuada de las excretas y la proliferación de vectores (moscas). Este problema empeoró cuando se iniciaron los trabajos de demolición, porque debido a la falta de humedad ambiental se formaban nubes de polvo con partículas de heces en suspensión. Conocedoras de este riesgo, las autoridades del Ministerio de Salud y Previsión Social y del Ministerio de Vivienda y Servicios Básicos, solicitaron la intervención de la OPS/OMS, nombrando a la OPS/OMS coordinadora de saneamientos básicos y responsable de la respuesta interinstitucional en este sector.

VÍCTIMAS DEL DESASTRE

El uso de perros amaestrados en búsqueda de personas atrapadas bajo los escombros, aporte de México y Chile, se había intensificado en Aiquile, devastada por un sismo cuyo saldo 41 muertos.

Los canes olfatean entre los restos de las miles de viviendas abatidas en la madrugada del viernes por el terremoto, en busca de más víctimas de los derrumbes, pues ha quedado descartado que haya sobrevivientes, dadas las inclementes condiciones determinadas por el frío de la zona y el tiempo transcurrido desde el siniestro.

Según reportes de prensa, el ministro de Defensa, Fernando Kieffer, quien coordina en el terreno las operaciones de auxilio a los damnificados, dijo que el Gobierno es consciente de la desatención a las comunidades, de las que no se tiene siquiera información precisa.

Entretanto, la defensa civil y las fuerzas armadas, entregaban agua, alimentos y material de abrigo entre los afectados, mientras médicos y personal sanitario auxiliar de Bolivia y México atendían heridos y enfermos.

En los días siguientes el miedo fue alimentado por nuevos temblores de intensidad menor y el observatorio geofísico de San Calixto de La Paz no pudo despejarlo con la afirmación de que los estremecimientos son réplicas cada vez menores, que siguen normalmente a un terremoto.

SIN PLAN DE EMERGENCIA

De acuerdo con los testimonios, las personas que resultaron heridas o muertas dormían cuando ocurrió el terremoto. El traumatismo y las lesiones físicas fueron las principales causas de morbilidad y mortalidad.

A pesar de haber sido afectada por dos sismos en años anteriores y de tener conocimiento que una falla geológica cruza esta comunidad, no se había tomado ninguna medida de precaución.

No se contaba con plan de emergencia, como es el caso de la mayoría de las poblaciones del país y, una vez ocurrido el desastre, las autoridades locales no supieron cómo responder.

En poblaciones rurales aledañas a Aiquile y Totora la situación era aún más grave, debido a las características montañosas de la región y a la dispersión de la población. Según las versiones de los damnificados, la noche era oscura y fría y sólo se oían algunos quejidos. Entre los escombros se encontraban familias enteras que habían quedado enterradas bajo las viejas estructuras de adobe y teja, construidas sin ninguna resistencia a los movimientos sísmicos.

ACCIONES DE PREVENCIÓN

Aún existe un vacío importante en materia legal sobre desastres que requiere ser resuelto. El hecho de que los desastres sea todavía considerado como un castigo divino, y no se tome en cuenta que pueden ser causados por el desarrollo no planificado. Ante esta situación urge la necesidad de acciones que permitan reducir el riesgo, como la mitigación de vulnerabilidades, debe ser resuelto.

Pese a las tendencias actuales de urbanización acelerada, más de 40% de la población continúa viviendo en áreas rurales, donde la implementación de infraestructuras básicas que mejoren la calidad y esperanza de vida, representan un gran esfuerzo para economías locales débiles cuyos habitantes son más vulnerables a enfermedades, discapacidades y muertes, incrementando las condiciones de pobreza.

COCHABAMBA VULNERABLE

Ante los últimos movimientos sísmicos registrados en Chile y otras regiones del mundo, es válido preguntarse qué posibilidad existe que un terremoto de esas magnitudes o cercanas pueda presentarse en Bolivia y concretamente en la región de Cochabamba.

El terremoto de mayor magnitud que se ha dado en nuestro país fue en 1994 en las provincias Iturralde de La Paz y Ballivián del Beni, con una intensidad de 8.9 en la escala de Ritcher. Su profundidad marcó 630 kilómetros, con un alcance en casi todo el territorio nacional y en otros países del continente. A pesar de su magnitud sólo hubo rajaduras en paredes; aunque no causó muertos en el país pero sí lo hizo en la sierra del Perú y hubo heridos en Río Branco, Brasil.

Bolivia es considerada un país con actividad sísmica moderada, siendo la región central (Cochabamba, Sucre y Santa Cruz) la que ha experimentado a lo largo de la historia más movimientos telúricos.

¿Qué hace que un sismo sea más o menos devastador?

Por dar un ejemplo, el terremoto ocurrido en Chile en 2010 tuvo una magnitud de 8.8 y sus consecuencias fueron devastadoras, con un saldo de 525 muertos y 25 desaparecidos, a parte de las cuantiosas pérdidas materiales. Lo que no siempre se sabe es que lo destructivo de un sismo no sólo depende de la intensidad del mismo, sino también de su profundidad. A la profundidad de un movimiento sísmico se le llama hipocentro o foco sísmico y es el punto debajo de la tierra donde se inicia. Existen movimientos telúricos de profundidad superficial, que son los que mayor daño causan si además presentan una intensidad fuerte. También están los de profundidad intermedia y finalmente los de profundidad alta, con una profundidad superior a los 300 kilómetros.

Estos últimos causan menor devastación a pesar de que tengan una intensidad moderada, como fue lo que ocurrió en el terremoto de 1994 en nuestro país; en este caso el hipocentro estuvo a 630 kilómetros, mientras que el hipocentro del terremoto en Chile estuvo a escasos 30 kilómetros, es decir fue superficial, por lo que su nivel de devastación se hizo muy alto. Mientras más profundo es el hipocentro, la llamada onda sísmica se dispersa, se atenúa, es decir, se percibe en diferentes lugares pero con menor intensidad.

COCHABAMBA VULNERABLE

Se ha mencionado que según estudios geológicos, dentro del país la región de Cochabamba, es uno de las más vulnerables y propensas a sufrir movimientos telúricos, por las fallas geológicas que presenta en determinados lugares y que podrían registrar sismos y terremotos a largo plazo.

Los expertos consideran a las zonas de Aiquile, Mizque y Totora como un triángulo ubicado en una zona sísmica, debido a que se encuentra dentro de una falla geológica. También están en una zona sísmica zonas en Sipe Sipe, Cercado, Sacaba y parte de Villa Tunari, donde hay dos fallas muy preponderantes que marcan de alguna manera el ciclo de sismos que se presentan.

Aún queda en el recuerdo de muchos cochabambinos aquel terremoto del 22 de mayo de 1998, considerado el más destructor de la región, el cual afecto a las poblaciones de Totora, Aiquile y Mizque. Su magnitud: 6.5, resultado en vidas perdidas: cerca de 80 y más de un centenar de heridos reportados en la zona epicentral; gran parte de la zona antigua de la población de Aiquile fue destruida, en gran mayoría casas de adobe. En Totora se presentó hundimientos de techos de teja y barro, voladura de parapetos de las casas de tipo colonial, algunas de ellas quedaron inestables; sólo una casa es destruida. En Mizque se desploman algunos techos pero la torre de la iglesia resulta más afectada; la antigua construcción de la torre con adobes, piedras y barro, reparada más de una vez con rellenos de ladrillo y estuco, se derrumba días después de ocurrido el terremoto.

El Observatorio de San Calixto indica que frecuentemente en el departamento de Cochabamba se presentan sismos de baja intensidad menores a 3,5, los cuales no son percibidos fácilmente por la ciudadanía. El más reciente movimiento telúrico en este año que causó ligera alarma en la región, principalmente en Sipe Sipe, tuvo una duración de escasos segundos, su epicentro principal fue localizado a 25 kilómetros de la provincia de Tapacarí y 30 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Cochabamba.

El mismo observatorio considera que en la ciudad de Cochabamba y cercanías existe una falla geológica potencialmente activa, denominada justamente Falla Cochabamba, anteriormente conocida como Falla Tunari, de 31 km de extensión; esta falla, en caso de activarse, podría producir un terremoto de 6.8 de intensidad como máximo.

Esto no hace sino alertarnos y advertir que nuestra Llajta no es inmune a los movimientos sísmicos. Que no debemos vivir atemorizados por lo que pudiera presentarse en un futuro, sino que debemos tomar todas las precauciones, estar informados y preparados para cualquier eventualidad. (Tomado de Cochabambabolivia.net)

 
Revistas
Publicidad
Portada de HOY

JPG (781 Kb)      |       PDF (378 Kb)



Cotizaciones
1 Dólar:6.96 Bs.
1 Euro:8.08 Bs.
1 UFV:2.26153 Bs.

Publicidad

Publicidad