“Luchar, servir, amar, perseguir un ideal. Está bien. A eso venimos. Pero la política sudamericana es trampa y basura. Líbrate de ella”, afirmaba el polígrafo boliviano Fernando Diez de Medina (1).
Hemos querido empezar estas breves líneas parodiando las palabras del mencionado pensador, para referirnos a la situación política imperante en el país.
En consecuencia, los bolivianos estamos inmersos en rencillas internas y divididos por afanes electoralistas. Estamos recriminándonos los unos y los otros por presuntos actos de corrupción. Asimismo distanciándonos por intereses regionales, mostrándonos los dientes con o sin motivo. Son hechos que han empañado la imagen de Bolivia ante la comunidad internacional.
Posiblemente esta realidad nacional fue interpretada, por algunos, como una situación de incomprensión e intolerancia, en democracia, por lo que se deberá obrar con respeto a las reglas de juego en vigencia. Ignorarlas significaría el resurgimiento del autoritarismo, de la dictadura. Por tanto, habría un retroceso político.
Una situación que nada bueno dice del país que se ha propuesto recuperar su cualidad marítima, con el respaldo de gobiernos y pueblos amigos, en instancias judiciales con sede en La Haya.
Bolivia, comparativamente hablando, es un país sudamericano pequeño, con una perspectiva económica fundada, particularmente, en el rubro de la minería e hidrocarburos. Su población es de 10 millones de habitantes. Un poco más que la población de la ciudad de Lima, capital de la república del Perú, que se aproxima a esa cifra de habitantes. Santiago de Chile, al parecer, bordea los siete millones de habitantes.
En este marco Bolivia, pese a los problemas actuales y otros emergentes, se esfuerza por alcanzar el entendimiento civilizado, que le permita promover un futuro mejor, con bienestar y justicia social. Es que es urgente e imperioso acortar las diferencias sociales que persisten aún a estas alturas de la historia. Los más continúan atravesando momentos difíciles y los pocos, los nuevos ricos entre ellos, tienen de sobra para vivir holgadamente.
El objetivo político de todos los tiempos siempre ha sido propiciar la unidad nacional sobre todas las manifestaciones de índole partidario, regionalista, racista o de discriminación. Pero, lamentablemente, se avanzó muy poco o nada. Solamente el tema marítimo tuvo la virtud y la fuerza para unir férreamente a oriente y occidente, de una manera admirable. Lo demás es un cuento.
Siguiendo este lineamiento se debería trabajar, consciente e intensamente, para ofrecer bienestar a la ciudadanía y oportunidades a la juventud. Para que haya siempre abastecimiento de alimentos para la niñez y las personas mayores. Y que la salud y educación sean la prioridad del Estado boliviano.
En suma: Dios ilumine a nuestros líderes para que estos sueños se hagan realidad.
(1) Fernando Diez de Medina: “Revelación de la Patria que asciende por el Este”. Editorial Serrano Hnos. Ltda., Santa Cruz de la Sierra – Bolivia, 1972, pág. 32.
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